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parecía apropiado utilizar mientras estabas fuera, pero si esto es una muestra, te puedes ir<br />

olvidando ya mismo.<br />

—Lo siento —se disculpó Georgia, molesta consigo misma por haber dicho una palabrota<br />

delante de su madre. «Los padres tienen algo patológico con las palabrotas —pensó—. A fin<br />

de cuentas, no es más que una palabra, y no la digo tanto.»<br />

—Hola. —Nate clavó la pala en la tierra y se volvió hacia ellas.<br />

Su torso brillaba por el sudor. Claire podía verle las gotas en el pelo del pecho. Ligeramente<br />

gris, observó, unos mechones alrededor de los pectorales. Pectorales de aspecto fuerte.<br />

Exhaló. No era guapísimo. No era un tío bueno. No era parecido a Beckham, como Oliver<br />

Ramsey. No se parecía a Beckham en nada, pero de repente lo encontró innegablemente<br />

atractivo. De una forma como nunca se lo había parecido un hombre; nunca. Porque cuando te<br />

enamoras a los cinco años es distinto. Con Bill, la atracción sexual simplemente había<br />

aparecido. Aquello en cambio le había caído como un rayo. No sabía por qué. No era su<br />

aspecto. No era su físico (aunque parecía más fuerte y poderoso que sin la camiseta). No era<br />

su personalidad (eso lo que menos), pero había algo en su forma de estar allí, con un pie<br />

apoyado en el borde de la pala, la cabeza ladeada y el sudor cayéndole por la frente (tenía<br />

una cicatriz en la mejilla, notó, más profunda que la suya). Algo que le secaba la boca y le<br />

dejaba la mente en blanco.<br />

—¿Quién demonios eres? —preguntó Georgia—. ¿Mamá, quién es? —Miró<br />

acusadoramente a Claire, que tragó saliva y se humedeció los labios con la punta de la lengua.<br />

—Éste es Nate Taylor —contestó con voz ronca—. Está trabajando en el jardín.<br />

—En el jardín de papá —espetó Georgia bruscamente—. Está arrancando las cosas de<br />

papá.<br />

—Lo estoy limpiando —explicó Nate con suavidad—. No quitaré nada. Es sólo para ayudar<br />

a que crezca otra vez.<br />

—¿Por qué estás aquí? —preguntó Georgia.<br />

—¿Por qué crees tú? —Claire estaba empezando a recuperar la compostura perdida, a<br />

pesar de que el corazón le martilleaba en el pecho—. Lo he contratado para que se encargue<br />

del jardín. Lo hemos hablado durante siglos.<br />

—¿Y por qué has tenido que esperar a que yo estuviera fuera? —quiso saber Georgia—.<br />

Me hubiera gustado opinar sobre lo que pasa en mi jardín.<br />

—Se presentó la posibilidad de que el señor Taylor lo hiciera y la aproveché.<br />

Las interrumpió un terremoto gris y blanco que emergió como un rayo del jardín y se lanzó<br />

encima de Georgia, casi derribándola.<br />

—¡Phy!—exclamó ella alegre—. ¿Dónde estabas? ¿Cómo estás? ¿Quién es mi perro<br />

favorito? —se arrodilló y hundió la cabeza en el pelo del perro.<br />

Nate y Claire intercambiaron una mirada. Claire desvió la vista tan pronto como pudo y volvió<br />

a centrarse en Georgia.<br />

—Debes disculparte con el señor Taylor —dijo—. Has sido una maleducada, Georgey.<br />

—Bueno, llego a casa y encuentro un hombre medio desnudo en el jardín. Tengo derecho a<br />

ser un poco maleducada —replicó Georgia mientras se ponía de pie.<br />

Nate se echó a reír. «Mierda —pensó Claire—. ¡Ahora también me gusta su risa! ¿Qué<br />

demonios está pasando aquí?»

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