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verdes y se lo puse > a Claire en el cuello—. ¡Te queda increíble!
—Gracias —dijo Claire—, pero no necesito un fular.
—¡Mamá! —exclamó Georgia—. Por supuesto que lo necesitas. Es el toque que completa
el modelo.
Claire se dejó convencer para comprarlo, pero se negó a adquirir los elegantes zapatos de
piel verde que Georgia le sugirió, tras ver la exorbitante cifra que marcaba la etiqueta.
—Tengo un montón de zapatos en casa —le dijo a su hija—. Con esos me basta, porque
casi no me los pongo.
Sin embargo llevó a Georgia a la peluquería, donde las dos se lavaron el pelo y se
repasaron el corte. Después tomaron café y tarta en una de las muchas cafeterías que había,
antes de dirigirse a la parada del autobús cargadas de bolsas.
—Ha sido un día fantástico —dijo Georgia mientras subían en el autobús—. Además, el
martes estarás de muerte.
—No quiero estar de muerte —replicó Claire—. Sólo quiero ser yo misma.
El martes llegó increíblemente rápido. Claire había pasado el fin de semana poniéndose al
día con el trabajo, mientras que Georgia se preparaba para el nuevo curso. El sábado por la
noche, Eavan la llamó para contarle que habían recibido una muy buena oferta por la casa y
que iban a aceptarla. A pesar de que, añadió Eavan, Glenn había ido a una entrevista que le
había concertado Lacey con una empresa llamada Hexagon y le habían ofrecido un trabajo con
el mismo sueldo que tenía en Trontec. Glenn iba a empezar a finales de mes, e iban a emplear
el tiempo hasta entonces en buscar una nueva casa. Una que les supusiera menos esfuerzo
económico, le dijo Eavan. Todos los malos recuerdos habían quedado ligados a la casa de
Howth y ya no era recuperable. Se había convertido en el símbolo de la ocultación mutua. Una
casa nueva significaría una nueva sinceridad y una nueva forma de proceder entre ellos.
Claire se quedó encantada de oír a su amiga tan positiva otra vez, y estaba realmente
aliviada de que Glenn y ella hubieran superado el bache. Eavan también le contó que, aunque
iba a dejar el trabajo en la tienda de bricolaje cuando Glenn comenzara a trabajar, iba a seguir
haciendo algo fuera de casa. Trinny Armstrong la había llamado para decirle que había una
vacante de tres mañanas por semana en Locum Libris, y Eavan había decidido aceptar. Le
confesó a Claire que tenía la necesidad de hacerlo. Tanto para que Glenn no tuviera la
impresión de que los dos dependían de él, como también para tener intereses más allá de la
decoración y de Saffy. Añadió que tenía la sensación de que parte de la presión que había
padecido Glenn procedía de su obsesión por ser una madre y una esposa perfecta y tener un
hogar perfecto. A él le encantaba la idea y Eavan también desprendía entusiasmo.
—¿Y qué pasa contigo? —preguntó entonces Eavan—. ¿Qué pasa contigo y el adorable
Nate?
—¿El adorable Nate? —Claire mantuvo la voz tan tranquila como pudo.
—Me gustó —dijo Eavan—. Me preguntó por ti. Le dije que debía intentarlo.
—¡Hiciste eso! —Claire agarró con fuerza el teléfono, así que de eso era de lo que habían
estado charlando en la barbacoa, ¡de ella!, se preguntaba cuánta información le habría dado
Eavan.