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flores y mariquitas. Los diamantes de su anillo de compromiso destellaban mientras ella<br />

montaba un llamativo centro utilizando gipsófilas como marco de otras flores que iba insertando<br />

cuidadosamente en una esponja verde. Claire se preguntó por qué no habría salido a investigar<br />

al oír el ruido de la maceta rota, pero entonces se dio cuenta de que llevaba unos auriculares y<br />

tenía un reproductor de mp3 encima del mostrador.<br />

Levantó la vista cuando entraron y entrecerró los ojos al reconocer a Claire, sin acabar de<br />

ubicarla. Cuando se quitó los auriculares, Claire reconoció la melodía que estaba sonando, era<br />

una canción que le gustaba a Georgia.<br />

—La agenda de jardinería, por favor, Sarah —dijo el hombre enérgicamente.<br />

Ella metió la mano por debajo del mostrador y le entregó una agenda DINA-4 encuadernada<br />

en plástico y decorada con motivos florales.<br />

—Hola —saludó a continuación a Claire—. ¿Nos conocemos?<br />

—Su perro nos atacó cuando estábamos corriendo por la playa —explicó el hombre al<br />

tiempo que abría la agenda.<br />

—Ah, sí —sonrió a Claire—. Pero no nos atacó en absoluto, Nate —añadió—. En realidad,<br />

te vio, te reconoció como a una alma gemela y decidió hacerse amigo tuyo.<br />

—Me parece poco probable. —Nate echó una mirada a la agenda—. Más bien parece que<br />

ha aprendido las técnicas de saludo de su ama. Acaba de chocar contra mí cuando estaba<br />

sacando el laurel real. Necesitamos otra maceta.<br />

Sarah se echó a reír.<br />

—Cariño, te dije que se te caería.<br />

—No se me ha caído —replicó Nate—. Bueno, no se me habría caído si no me hubiera<br />

empujado.<br />

—Mira, he venido a preguntar sobre el servicio de jardinería —soltó Claire—, no a que nadie<br />

se meta conmigo. Te he dicho que te pagaría tu maldita maceta y así lo haré. De modo que<br />

olvídalo<br />

Una sombra de preocupación cruzó el rostro de Sarah.<br />

—Ya te he dicho que tienes las habilidades comerciales de un rinoceronte especialmente<br />

inútil —le espetó Sarah—. Se supone que no debes acusar de asalto a los clientes.<br />

—Por favor —pidió Claire—, olvídalo. Ha sido mi culpa. No miraba por dónde iba. Estaba<br />

distraída. Ya le he dicho que lo sentía un millón de veces, pero parece que no le basta. Dado<br />

que al parecer él es quien se encarga del tema de jardinería, no creo que sea una buena idea<br />

contrataros. Como he dicho antes, olvidadlo.<br />

Y salió de la tienda a la resplandeciente claridad temblando de rabia. Estaba muy bien lo de<br />

apoyar a las empresas locales, pero no cuando pertenecían a auténticos imbéciles como<br />

aquél. Volvió a mirar hacia la tienda y el montón de tierra que había en la puerta y sintió un<br />

aguijonazo de culpa. Después, el magnífico escaparate volvió a llamar su atención. No cabía<br />

ninguna duda de que Sarah era una experta florista. Tal vez Nate fuera un jardinero buenísimo,<br />

pero Claire no estaba dispuesta a darle una oportunidad. Miró los ramos de claveles y fresias<br />

que había en los cubos de metal fuera de la tienda, listaría bien tener algunas flores frescas en<br />

casa, pensó, pero no de allí. Pensó un momento. Había un Spar un poco más lejos.<br />

Normalmente no compraba flores en supermercados, pero eso era exactamente lo que<br />

pensaba hacer ese día.

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