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egresaba, aunque Oliver no pareció notarlo. Aunque la gente sí notaba que él estaba allí.
Claire vio cómo lo miraba la gente y luego reaccionaban al darse cuenta de su gran parecido
con la estrella de fútbol. Claire llegó a la conclusión de que debía de suponer mucho esfuerzo
ser famoso y tener siempre buen aspecto. Sería imposible para alguien conocido y observado
salir con alguien que no fuera igualmente atractivo, pensó; podría tener un colapso nervioso a
causa del estrés.
Oliver le había preguntado que si le gustaría pasarse por el hotel a tomar algo después de
la representación. Apenas habían tenido tiempo de charlar antes porque Claire había perdido
el autobús y había llegado con el tiempo justo; además, estaba roja y jadeante por la carrera
que se había dado.
—Tendrá que ser algo rápido —le dijo mirando el reloj—. Le dije a mi hija y a su amiga que
llegaría antes de medianoche.
—No hay problema —contestó él.
Oliver enlazó el brazo de ella en el de él. Mucho mejor que cogerse de la mano, pensó
Claire. Pero aun así se le hacía raro. Sugería una proximidad que no existía, aunque era
agradable caminar por el muelle con alguien. Era agradable formar parte de una pareja en
lugar de ser una mujer sola apresurándose para volver a casa. Lo único malo era que no se
sentía lo bastante glamurosa como para estar con alguien como Oliver, a pesar de sus
esfuerzos con el pintalabios. En realidad, él podría llevar del brazo a una supermodelo.
Entraron al hotel del bar y Claire se sentó en una silla moderna pero poco confortable. Pidió
una copa de vino y Oliver una cerveza.
—Gracias otra vez por esta noche —dijo ella—. Lo he pasado muy bien.
Él se colocó el pelo detrás de la oreja.
—Yo también —afirmó.
Se quedaron sentados en silencio. Raro, pensó. El silencio en la Cena a Oscuras había sido
medianamente erótico, pero en ese momento resultaba un tanto tenso.
—¿Cómo están las avispas? —preguntó ella.
—Ahí siguen —contestó Oliver—. Hay un montón de nidos enormes.
—¿Cómo te metiste en ese negocio? —preguntó.
—Familia—contestó sucintamente—. Estudié horticultura en la universidad y trabajé en ello
durante un tiempo, pero el negocio estaba allí, así que...
Ella asintió.
—Por supuesto, he pensado en el mundo de los parecidos con famosos —prosiguió, con
voz animada—. En la posibilidad de mudarme a Inglaterra y ganar dinero inaugurando
supermercados y cosas por el estilo.
Ella lo miró escéptica.
—No lo dices en serio, ¿verdad?
—Si pagaran bien, sí. El negocio de exterminar plagas siempre estará ahí. Mi hermano
también está metido en él.
—¿Tu hermano también se parece al jugador de fútbol?
Oliver negó con la cabeza.
—Pero es bastante guapo. Cuando era pequeño, le cogieron para la campaña publicitaria