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Claire se percató del enorme torrente de oleaje que la sumergió bajo el agua, del súbito
silencio y del burbujeo y, después, del estruendo más estrepitoso que había oído en toda su
vida.
Eso era lo último que recordaba hasta que despertó en el hospital con Eileen sentada a su
lado.
El primer pensamiento desesperado que le vino a la cabeza fue Georgia. Eileen la cogió de
la mano y le dijo en seguida que no tenía que preocuparse, que Georgia estaba viva y que ella
se pondría bien. Claire tenía heridas, dijo Eileen, pero se trataba sobre todo de cortes y
golpes superficiales. Sin embargo, Eileen tuvo que tragar saliva para decir aquello, Georgia
había perdido un dedo en el accidente. El dedo meñique de la mano izquierda. Se le había
aplastado entre una roca y una pieza del vehículo que saltó durante el choque. No se lo
pudieron salvar. Claire había escuchado a su madre en un estado de shock silencioso mientras
pronunciaba aquellas palabras.
A continuación, susurró:
—¿Bill? —A pesar de que sabía que no tenía sentido preguntar.
Lo supo. Desde el momento en que Eileen le había dicho que Georgia estaba bien, supo
que Bill no lo estaba.
—Él... se rompió el cuello —le explicó Eileen—. La moto de agua lo golpeó y... bueno... fue
instantáneo, Claire. No sufrió. El conductor de la moto de agua también murió.
Claire no podía hablar ni llorar. Miró fijamente a su madre con los ojos secos.
—Fue un caos. —Las lágrimas comenzaron a rodar por el rostro de Eileen—. Al principio la
gente pensó que Georgia y tú os habíais ahogado. No os veían. Cuando la moto chocó contra
el embarcadero, hubo una explosión, ¿sabes? Algunos turistas hicieron fotos. Nos las han dado
para el seguro. Es... increíble.
—Tú estás bien —le dijo Con—. La herida más grave que tienes es en la pierna. Te golpeó
un trozo de metal que salió por los aires dañándote la rodilla. También estás herida en la
cadera.
—Mi bebé —murmuró Claire—. ¿Qué ha pasado con mi bebé?
—Además de lo del dedo —prosiguió Con como si no la hubiese oído—, Georgey tiene
muchos arañazos y golpes. Ella estaba más lejos que vosotros, pero la enorme ola la estampó
contra el embarcadero.
Eileen cogió la otra mano de Claire.
—El bebé —dijo con dificultad—. Oh, Claire. Lo siento tanto. Lo has perdido.
Entonces Claire lloró; al principio con sollozos silenciosos y apesadumbrados, pero más
tarde tan fuerte que al final una enfermera entró a toda prisa en la habitación e hizo salir a Con
y a Eileen antes de sedarla.
Abrió los ojos y miró de nuevo la pantalla del ordenador. En muy pocas ocasiones permitía
que los recuerdos del accidente volvieran a su mente. Los médicos, amigos de Bill, le habían
recomendado que fuera a terapia, pero ella se negó. Con frecuencia, Claire había sugerido