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de Nate y lo miró con curiosidad.
—Es un perro precioso —comentó éste.
—Dijiste que era un elefante —le recordó Claire.
—¿Quieres más disculpas? —preguntó Nate.
—No. Pero puedes pedirle perdón a mi perro.
Él se echó a reír.
—Perro, lo siento. —Y luego alborotó el pelaje de Phydough exactamente como al perro le
gustaba, a continuación miró a Claire—. ¿Está bien así? ¿Soy una persona apta para ver tu
jardín?
Ella se encogió de hombros.
—Supongo que sí. —Abrió la puerta trasera y ambos salieron al patio seguidos de
Phydough.
—Un buen jardín para una casa tan próxima a la ciudad —observó Nate.
—Por eso elegimos la casa —le explicó Claire.
—Lo entiendo. —Caminó por el césped húmedo y se paró bajo el primer manzano. Después
valoró los setos descuidados, las flores marchitas y los parterres demasiado crecidos antes de
mirar críticamente la mezcla de plantas en macetas de la zona del patio.
—No he tenido tiempo de cuidarlas este año —explicó Claire avergonzada—. He estado
muy ocupada.
—¿Así que quieres arreglarlo, cortar el césped, podar los árboles, aunque eso debería
hacerse más adelante, ese tipo de cosas?
Ella asintió con la cabeza.
—¿Quieres que te envíe un presupuesto?
—Por qué no. Si te dedicas a ello...
—Prefiero diseñar —comentó Nate—. Me gusta concebir los jardines desde el principio.
Pero puedo hacer esto si quieres, no hay ningún problema. No es complicado.
Pero ¿quería que él lo hiciera? —se preguntó Claire—. ¿Quería que lo hiciera alguien que
no parecía tener en gran estima la disposición y las plantas en las que Bill había invertido tanto
tiempo y esfuerzo? ¿Alguien, que a pesar de su amabilidad actual, podía seguir siendo un viejo
cascarrabias? Bueno, viejo no. En realidad tendría más o menos su edad. Y tal vez tampoco
era verdaderamente un cascarrabias, pero ésa no era la cuestión. Ella lo había visto gruñón. Y
el jardín necesitaba cariño, no gruñidos.
—Por cierto, ¿sabes que tienes un nido de avispas en el tejado? —le comentó.
Ella asintió.
—Tengo la intención de librarme de él, pero siempre se me olvida.
—Conozco a alguien —la informó Nate—. Es bueno. Te daré su tarjeta si quieres. —Se
palpó los bolsillos y al final sacó una tarjeta doblada por las esquinas.
—Gracias —le dijo Claire mientras la cogía.
—Si estás verdaderamente interesada, te enviaré un presupuesto para el jardín lo antes
posible.
—Vale —contestó ella. No le haría daño ver el presupuesto.