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—Nunca nadie me había hablado del amor así —le explicó—. Y mucho menos haciendo
equilibrios con una bolsa de guisantes congelados con un veinticinco por ciento de regalo sobre
el pie.
Él sonrió.
—No soy de la media.
—No.
—Y lo siento si te he avergonzado o te he hecho sentir incómoda —añadió—, pero
necesitaba decírtelo. Ahora está totalmente claro. Me gustas. Quiero salir contigo, pero si no
quieres lo entenderé.
Claire se mordió el labio.
—Sigo pensando en cómo reaccionaré cuando haya terminado —dijo ella—. Cómo me
sentiré cuando alguien más se vaya de mi vida.
—Desde mi punto de vista, estaré saliendo con una mujer capaz de ponerme una inyección
en el muslo o guisantes congelados en la pierna sin pensarlo —dijo él—. No tendría el valor de
dejar a alguien así.
Ella sonrió débilmente.
—Pero quizá no funcione. Y los dos lo dejemos.
—No puedes dejar de correr riesgos —replicó suavemente—. No puedes decirte que nunca
harás algo otra vez porque fue doloroso en el pasado.
—Pero es que fue tan doloroso. —Cerró los ojos—. Cuando sucedió. Cuando le vi. Habían
hecho todo lo posible para que tuviera un aspecto normal, pero ¿cómo hubieran podido? Y
cuando vine a casa y Bill no estaba...
—Tampoco puedes sentirte culpable para siempre —añadió Nate.
Ella tragó saliva con dificultad. No sabía si alguna vez dejaría de sentirse culpable. Y salir
con otra persona... bueno, era difícil no sentirse culpable por eso también. Pero si dejaba
escapar a Nate ahora, ¿cómo se sentiría?
Carraspeó.
—Para mí sólo ha existido Bill. No sé cómo sería con otra persona. Nate... de verdad me
gustas, pero no estoy segura...
Estiró la mano por encima de la mesa y la cerró sobre la suya. Su apretón era fuerte.
—Nadie lo sabe hasta que lo intenta —le dijo él.
Claire se levantó de la silla y se puso a su lado. Se inclinó y miró sus extraños ojos.
Después, con lentitud e inseguridad lo besó en los labios.
Regla número 8, un beso es sólo un beso, se dijo a sí misma mientras sentía que él la
rodeaba con los brazos. No tiene por qué significar nada más. Nate la atrajo hacía sí. Ninguno
de los dos se dio cuenta de que la bolsa de guisantes se había deslizado silenciosamente
hasta el suelo.
A la mañana siguiente, Claire durmió hasta que Georgia entró en su habitación y le preguntó
qué demonios hacía Nate Taylor en la casa. Había pasado la noche en el cuarto de invitados,
su cuarto de invitados, le recordó Georgia a Claire. Así que había que consultarle a ella antes