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—¡Galway! —Claire la miró asombrada—. No creo que nadie de Galway vaya a venir por un
día. ¿Cómo volverían?
—Mamá, no seas absurda —exclamó Georgia—. No vendrá desde Galway. Es una persona
que conocí en el campamento.
—Bueno, naturalmente puedes invitarlo —dijo Claire.
Georgia le sonrió.
—Gracias.
—Espero que sea divertido. —Claire parecía preocupada—. Aquí tenemos tres
generaciones de mujeres Shanahan, queriendo invitar a un montón de gente para que se
diviertan, cuando lo más probable es que todos queramos cosas distintas.
—No lo había pensado antes —dijo Eileen—, pero estoy segura de que lo pasaremos bien.
Además, en realidad no somos mujeres Shanahan, ésa es la familia de tu padre. Nosotros
somos mujeres Nelligan, y procedemos de una antigua estirpe de juerguistas.
Claire se rió.
—¿Ah, sí? —preguntó Georgia—. ¿Tú fuiste una juerguista en tu día, abuela?
—Yo era la rara de la familia —reconoció Eileen—. Era de las que se quedaba en casa
tejiendo, que ya sé que suena un poco patético, pero mi madre, que es tu bisabuela, Kate, era
considerada una de las bellezas de su época, y le encantaba salir. Al parecer, cuando tenía
unos dieciséis años, se escapó por la ventana de su habitación para ir a una fiesta a la que su
padre le había prohibido expresamente asistir.
—Dios —exclamó Georgia—. Bien por ella.
—En realidad no creo que fuera bueno para ella —dijo Claire severa—. Probablemente su
padre tendría alguna buena razón para no dejarla ir.
—¿La tenía? —Georgia miró interrogante a Eileen.
—Oh, claro —le aseguró su abuela—. La fiesta se celebraba en casa de uno de sus más
acérrimos enemigos, James Murphy. Los Nelligan y los Murphy no se llevaban bien, pero Kate
y Peig, la hija de James, eran amigas en secreto. Al parecer, hubo un escándalo cuando su
padre se enteró de esa amistad, pero ella dijo que no le importaba. Se hizo un vestido en
secreto, uno precioso, de seda naranja, parecido a ese tuyo tan bonito, Claire, aunque Dios
sabrá cómo se las ingenió para conseguir la tela... Fuera como fuese, todo el asunto fue un
poco escandaloso en nuestra familia, y la pobre Kate estuvo encerrada durante semanas.
—Así que ya ves —le dijo Claire a Georgia—. ¡Tú lo tienes todo muy fácil!
Georgia le hizo una mueca.
—Otro día tienes que contarme más cosas, abuela —le pidió a Eileen—, cuando mamá no
esté delante.
—Exacto.
—Bueno, pero aun así, tres generaciones de Nelligan dispuestas a pasarlo de muerte, es
algo genial.
Claire la miró. No estaba muy segura de lo que había dicho su hija, pero no tenía fuerzas
para preguntar. No cuando su madre y su hija la miraban con los ojos iluminados y alegres de
las Nelligan juerguistas.