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—Si estuvieras hablando conmigo, no tendría ningún problema en escuchar —dijo Claire ya<br />

sin enfado en la voz—. Pero tú y todo el mundo seguís dándome charlas. Todos tenéis<br />

grandes ideas sobre lo que debería estar haciendo. Pero es mi vida, Eavan. Mía. Y está<br />

perfectamente bien como está.<br />

—¿No quieres conocer a alguien? —preguntó su amiga—. Han pasado casi tres años,<br />

Claire.<br />

—¡Por el amor de Dios! —Claire la miró con impaciencia—. Por supuesto que no quiero<br />

conocer a nadie. Tuve a Bill. No hay nadie más. Nunca lo habrá.<br />

—Nunca digas nunca —le aconsejó Eavan con suavidad.<br />

—En este caso sí. —Claire se pasó la mano por el pelo—. Mira, Eavan, te lo agradezco.<br />

Pero te estás preocupando por nada.<br />

—Entonces, ¿vendrás esta noche?<br />

—Haré lo que pueda —contestó Claire.<br />

—Vale. —Eavan cogió el bolso de la mesa de la cocina—. Entonces nos vemos más tarde.<br />

Claire la acompañó hasta la entrada y, justo mientras sujetaba la pesada puerta principal,<br />

llegó el camión de reparto del supermercado con la compra que había pedido por Internet.<br />

Claire se despidió de Eavan con la mano y sonrió al repartidor, encantada de que al menos él<br />

no fuera a darle lecciones sobre su vida.<br />

Cuando Eavan llegó cargada con la compra que había hecho de camino a casa, Glenn<br />

estaba jugando con Saffy, su hija de casi tres años, en el jardín. Entró dando zancadas a la<br />

cocina y sonrió a su mujer.<br />

—¿Cómo está Claire? —preguntó.<br />

Eavan hizo una mueca.<br />

—No lo sé —contestó ella—. La he invitado a venir a tomar algo esta noche con nosotros y<br />

se ha puesto como una loca, me ha dicho que dejara de meterme en su vida.<br />

—Creo que no la culpo —comentó Glenn—. Me imagino que yo también odiaría que todo el<br />

mundo estuviera encima de mí continuamente.<br />

—¡Yo no estoy encima de ella! —exclamó Eavan encendida.<br />

—Lo sé. Pero desde su punto de vista, es probable que cada vez que la llamas para<br />

invitarla a algún sitio y después la regañas si no va, tenga esa impresión.<br />

—Hace siglos que no la llamo para ir a ningún sitio —protestó Eavan—. Y cuando lo he<br />

hecho, siempre ha usado a Georgia como excusa; sin embargo ahora que está fuera no puede<br />

hacerlo.<br />

—¿Y qué ha dicho esta vez?<br />

—Pues que estaba hasta las cejas con un libro de medicina y que tenía cosas que hacer en<br />

casa —resopló Eavan—. Aunque también ha dicho que no estaba precisamente loca de ganas<br />

de quedar con la gente del club, porque todos la conocen de antes, cuando estaba bien. He<br />

intentado decirle que está bien, pero no me ha dejado ni acabar.<br />

—Bueno, tal vez aparezca por allí.<br />

Eavan suspiró.

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