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CAPÍTULO 13<br />

Antirrhinum (conejitos o boca de dragón): flores tubulares de<br />

varios colores. Los capullos marchitos pinchan.<br />

EL MIERCOLES POR LA TARDE parecía que el intervalo de buen tiempo podía acabar.<br />

Nubes densas y oscuras se deslizaban por la zona, aunque la temperatura se había mantenido<br />

cálida, volviendo la atmósfera bochornosa y pesada. Claire se tomó dos Anadin para el dolor<br />

de cabeza que la aquejaba antes de coger el autobús para ir a la casa de Eavan, para la<br />

celebración de cumpleaños de Saffy. Claire había aceptado ser la madrina de Saffy cuando<br />

Eavan estaba embarazada y le había pedido que aceptara serlo porque, así se lo dijo<br />

entonces, no había nadie mejor que ella. Eavan no tenía hermanas que pudieran ofenderse si<br />

no se lo pedían, y además Claire era una de las personas más espirituales que conocía.<br />

—¿Yo espiritual? —Claire había abierto mucho los ojos y había mirado incrédula y divertida<br />

a Eavan.<br />

—No religiosa —dijo Eavan—. Tan sólo... bueno, satisfecha.<br />

Saffy nació un par de meses antes del accidente, por lo que, más tarde, Eavan le preguntó<br />

a Claire si todavía quería ser la madrina de la niña. El bautizo ya estaba organizado, dijo<br />

incómoda, pero sabía que a Claire podía resultarle difícil. En aquel momento, Eavan no sabía<br />

nada del bebé que Claire había perdido. Ella no le había contado a nadie que estaba<br />

embarazada antes de irse de vacaciones y creía que no tenía sentido hablar de ello cuando<br />

volvió. Así que tampoco le comentó entonces nada a Eavan, pero insistió en que se sentía feliz<br />

y honrada de ser la madrina de Saffy. Sin embargo, fue muy duro sostener al bebé en los<br />

brazos y no pensar en lo que podría haber sido. Lo que debería haber sido. Cada vez que veía<br />

a Saffy, no podía evitar pensar en el bebé que había perdido, y en que podrían haber sido<br />

amigos.<br />

Dejó que los recuerdos la asaltaran una vez más mientras el autobús rodaba lentamente por<br />

la carretera de la costa, pero los apartó con firmeza de su cabeza en cuanto llegó a la entrada<br />

de la casa de Glenn y Eavan.<br />

Siempre la impresionaba la rotunda enormidad de la casa: grande, moderna, aislada, con<br />

habitaciones inmensas y todas las comodidades imaginables. Claire prefería su propia casa,<br />

alta y estrecha, más cercana a la ciudad, pero tenía que reconocer que el espacio y la luz de<br />

la casa de Eavan y Glenn eran maravillosos. Llamó al timbre y su amiga le abrió la puerta.<br />

—Estamos en el jardín —le dijo mientras besaba a Claire en la mejilla—. Ya sé que<br />

probablemente van a empezar la maldita lluvia y los truenos en cualquier momento, pero hace<br />

tanto calor que no se puede estar dentro.<br />

—Hola, Claire. —Glenn Keating se levantó y la besó en la mejilla—. Qué placer verte. Esta<br />

es Candida, la canguro de Saffy.<br />

Claire sonrió a la joven a modo de saludo.<br />

—¡Claire! ¡Claire! —Saffy se bajó de la mesa de jardín y le rodeó las piernas con los brazos<br />

—. Te quiero, Claire.<br />

Eavan se echó a reír.

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