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—Está poniendo un termómetro.
—¿Ha encontrado uno? ¿Uno bueno? —Georgia no esperó la respuesta, sino que salió y se
quedó de pie, al lado de Nate.
—Ey —dijo—, ¿qué tal va?
—Casi he acabado —le contestó él.
—¿Hace calor? —preguntó entornando los ojos para ver la línea de mercurio.
—No tanto como ha hecho.
—Dentro de poco vuelvo al colegio —le explicó—, así que tampoco me importa mucho.
—Egoísta —rió él.
—¿Has convencido ya a mamá de que ponga la barbacoa? —preguntó Georgia.
—No lo he intentado —contestó Nate, y recogiendo la bolsa de plástico en la que venía el
termómetro, se la metió en el bolsillo.
—Se lo he suplicado una y otra vez, pero ella dice que el buen tiempo se acaba y que no
tiene sentido.
Nate enarcó las cejas en dirección a Claire, que había salido de detrás de Georgia.
—Todavía no se ha acabado. Y no olvides que siempre hace unos días preciosos en
septiembre.
—Si supiera de antemano cuándo serán.
—Según el pronóstico del tiempo, podemos esperar otra semana o más de este tiempo —la
informó Nate.
—¡Lo ves! —Georgia miró apasionada a Claire—. Sólo otra semana. Además, luego estaré
otra vez en el colegio. ¡Oh, mamá, venga! Sería muy divertido, sobre todo porque la abuela
también está aquí. Podría invitar a mis amigos, sabes que siempre voy a las cosas que
organizan sus padres. Hay épocas en que prácticamente vivo en casa de Robyn. Y la madre
de Sive le organizó una súper fiesta de cumpleaños el año pasado, ¿te acuerdas? Fue tan
guay. Podrías convidar a Eavan y a Glenn, ya sabes que siempre te están invitando a sitios...
—Georgey, es una idea maravillosa, pero...
—Pero ¿por qué no? —interrumpió Georgia—. Podríamos invitar a todo el mundo.
Podríamos divertirnos.
Nate guardó el taladro en la caja.
—Será mejor que me marche ya —le dijo a Claire—. Pero estoy de acuerdo con Georgia.
Tenéis un jardín precioso otra vez, deberíais lucirlo.
—¡Lo ves! —repitió Georgia sonriéndole a Nate y después a Claire—. Nuestro jardinero
cree que es una buena idea, ¿cómo no iba a pensarlo? ¿Acaso no ha sido él quien ha hecho
que el jardín esté tan precioso?
—¡Por el amor de Dios! —Claire miró a Nate—. ¿Por qué la estás animando?
—No lo estoy haciendo. —Levantó las manos—. Lo siento. Esto no tiene nada que ver
conmigo.
—Tú también podrías venir—le dijo Georgia—. Oh, mamá, porfaaaaaaa.
De repente, Claire se echó a reír.
—Eres imposible, lo sabes, ¿verdad? Quieres que haga todo en cuanto se te ocurre. Si