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cantidad de sándwiches, le pasaba uno a Saffy y cogía uno para ella, antes de decirle a Claire
que metería el resto en la nevera para que se conservaran frescos, y que se llevaba a la niña
un rato. Claire asintió.
—¿Quieres tomar algo? —le preguntó a Eavan—. ¿Té, café, zumo?
—Té —contestó Eavan.
Claire llenó la tetera, la encendió y cogió un par de tazas del armario. Eavan no dijo nada
mientras ella hacía todo eso y Claire supo que algo iba muy mal. Cuando el agua hirvió y ella
hubo preparado el té, se sentó al lado de su amiga.
—¿Y? —preguntó.
Eavan le contó lo de su llamada a Trontec y su descubrimiento de que Glenn ya no
trabajaba allí.
—No sé cuándo sucedió —lloró—, pero imagino que fue aquel fin de semana que tuvo que ir
en sábado. Su comportamiento ha sido raro desde entonces.
—Oh, Eavan. —Claire le cogió la mano—. Lo siento. Tiene que ser terrible para ti.
—No me lo ha contado. —A Eavan le temblaba la voz—. Soy su mujer, Claire. Se supone
que soy la persona con la que lo comparte todo, pero no me lo ha contado. —Miró a su amiga
con repentina culpabilidad—. Ya lo sé, lo sé. No siempre lo compartimos todo, pero...
—Quizá esperaba a que le saliera otra cosa —sugirió Claire con suavidad.
—¿Cómo qué? —espetó Eavan—. ¿Cómo pudo imaginar que no me enteraría antes o
después? ¿Qué locura es ésta? ¿Y qué ha estado haciendo cada día durante las últimas
semanas? Sale como si se fuera a trabajar. A veces está fuera hasta tarde. Me cuenta que
tiene reuniones. ¿Qué reuniones? —Una lágrima rodó por su mejilla—. Sabes que yo creía que
estaba bebiendo. Y estoy tan asustada... —Se mordió el labio—. Oh, Claire, tengo tanto
miedo de que lo esté haciendo, porque si está bebiendo quiere decir que vuelve a casa bebido.
Podría matarse, o matar a otra persona. —Enterró la cabeza en sus manos y volvió a llorar—.
La quiero. Quiero ayudarlo, pero no me dejará.
—Claro que te dejará —la tranquilizó Claire—, Escucha, Eavan, esto ha tenido que ser un
golpe muy duro para él. Comprendo que le cueste reconocerlo delante de ti. Probablemente
tenía miedo de tu reacción.
—Pero no debería tenerlo —exclamó Eavan. Le temblaban los hombros por la violencia de
los sollozos.
Claire recordó incómoda la vez que vio a Glenn solo en el bar Bruxelles, pero no le dijo nada
a su amiga. Finalmente, ésta levantó la cabeza y la miró llorosa.
—Lo siento —dijo—. Parece que siempre vengo a ti con mis estúpidos problemas.
—No son estúpidos —replicó Claire—. Y me alegro de que hayas venido, pero tendrás que
hablar con él. Tal vez le resulte un alivio que tú lo sepas.
—Se enfadará conmigo por haber llamado a la empresa —resopló Eavan—. Y no lo culpo
por eso.
—No se va a enfadar contigo —dijo Claire—. Probablemente se sentirá avergonzado. Nada
más. Y tú también tienes que contárselo todo.
—¡No puedo! —exclamó Eavan.
Claire la miró en silencio. Su amiga volvió a meter la cabeza entre las manos.