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Estuvo a punto de cambiar de opinión mientras miraba las flores empaquetadas en los<br />

cubos del exterior del autoservicio. No eran ni la mitad de llamativos que los de la Floristería<br />

Taylor, pero no le importaba. A veces no era necesario algo llamativo, bastaba con algo<br />

agradable. Las varas de color rojo cálido y amarillo lo eran y también bonitas, que era<br />

exactamente lo que ella quería.<br />

Sarah Taylor miró a Nate con los ojos brillando de furia.<br />

—¡Estúpido! —lo insultó—. ¿Es que quieres que nos hundamos antes de empezar? Has sido<br />

increíblemente maleducado con esa mujer, que lo que quería era encargarnos un trabajo.<br />

¡Idiota!<br />

—No miraba por dónde iba —replicó Nate—. Ha venido directa hacia mí. Yo tenía un<br />

maldito laurel delante de la cara. ¿Cómo demonios iba a verla?<br />

—Puede que haya sido su culpa, pero ¿nunca has oído eso de que el cliente siempre tiene<br />

razón? ¿Qué pasa contigo?<br />

—¿Disculpa? —La miró enfadado—. Lo que pasa conmigo es que estoy en esta tienda, en<br />

el culo de Europa, porque a pesar de todo me importas, y esto es lo que tú querías.<br />

Sarah le miró sin decir nada.<br />

—Dios, Sarah... Lo siento. —Suspiró profundamente—. En serio lo siento. Es que...<br />

—Ya sé qué es —dijo ella rápidamente—, pero tienes que verlo con perspectiva, Y desde<br />

luego no me puedes echar la culpa.<br />

—No te culpo, Sarah —respondió él, y suavizó tanto la voz que de repente parecía otra<br />

persona totalmente diferente—. Uf, Sarah, eres la única persona que me importa. Tienes<br />

razón. Soy un idiota.<br />

Se echó a reír y la rodeó con los brazos.<br />

—Lo sé —susurró Sarah—, pero aun así sigues siendo un completo idiota.<br />

Él también soltó una carcajada.<br />

Todavía se estaban riendo cuando Claire volvió a pasar junto a la tienda. Había comprado<br />

más flores de las que pretendía comprar y apenas veía por encima de ellas. Pero sí vio lo<br />

suficiente como para distinguir a Nate y Sarah Taylor abrazándose.<br />

«A saber por qué están tan contentos —pensó ásperamente—; si él continúa tratando a los<br />

clientes de esa forma se hundirán en un mes.» Inhaló con aires de moralizadora y prosiguió su<br />

camino carretera abajo, sujetando delante de sí las coloridas flores que agitaba la brisa.<br />

Eavan no encontraba las llaves del jardín del cobertizo. Normalmente estaban guardadas<br />

con el resto de llaves de la casa en uno de los cajones de la cocina, pero aunque había<br />

vaciado todo el contenido de éste, seguía sin encontrarlas. Recordaba que Glenn las había<br />

cogido el fin de semana para sacar el cortacésped. Ahora la piscina hinchable tenía un<br />

pequeño pinchazo y el kit de reparación estaba en el cobertizo. Admitió que tampoco era<br />

ninguna catástrofe al ver a Saffy por la ventana de la cocina sentada alegremente en la piscina<br />

desinflada, jugando con su cubo amarillo en el palmo de agua que quedaba. No obstante, le<br />

gustaría arreglarlo antes de que fuera a peor.

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