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preciosas.<br />

—Lo son, ¿verdad? —Nate sonrió—. Bueno, he vuelto para trabajar. Terminaré esta<br />

semana. Ya no queda mucho por hacer.<br />

—El jardín tiene un aspecto fantástico —comentó Claire—. De verdad.<br />

—Es un jardín precioso. —Nate la miró con cautela—. Tu marido debió de pasar muchísimo<br />

tiempo trabajando en él.<br />

—Nunca el suficiente —replicó Claire—. Al menos eso era lo que él solía decir. Le<br />

encantaba de veras estar ahí. Bueno —Claire sonrió alegre—, será mejor que yo también me<br />

ponga en marcha. Tengo que salir a la hora de comer y debo organizarme.<br />

—Yo también me organizaré —dijo Nate.<br />

Claire subió otra vez y volvió a la tarea que se había impuesto de limpiar su armario. Había<br />

desenterrado toda la ropa que le quedaba demasiado ajustada antes del accidente y estaba<br />

muy satisfecha al comprobar que ahora todo le quedaba a la perfección, aunque algunas cosas<br />

estaban un poco pasadas de moda. Volvería a ir de compras pronto, pensó; para animar un<br />

poco el panorama, porque a pesar de las faldas nuevas y el vestido de seda, seguía sin tener<br />

un guardarropa muy extenso. Tal vez Eavan pudiese acompañarla. Ella siempre vestía muy<br />

bien, tenía un ojo inmejorable para la ropa. Podían pasar un día de chicas, eso animaría a su<br />

amiga. Claire aprobó satisfecha la idea.<br />

Georgia había ido de compras con Robyn, Sive y Emma. Habían pasado un día divertido<br />

probándose cosas, experimentando con maquillajes en Boots durante siglos, hasta que la<br />

vendedora les dijo que compraran algo o se marcharan, y después deambulando por Virgin<br />

Megastore, donde Sive se tiró mucho rato decidiendo qué juego de PlayStation comprarle a su<br />

hermano pequeño para su cumpleaños. Las cosas ya no fueron tan bien cuando entraron en<br />

McDonald’s, donde un grupo de chicos adolescentes chocaron con Georgia cuando ella llevaba<br />

una bandeja con Coca-Colas a la mesa. El líquido pegajoso de los vasos extra-grandes se<br />

había esparcido por todas partes y uno de los chicos había hecho un comentario ofensivo<br />

sobre los dedos de Georgia, lo que había puesto a Emma hecha una furia, y les había dicho<br />

adonde se podían ir, hasta que un supervisor apareció para calmar las cosas.<br />

Había acabado con la alegría del día y, aunque las chicas insistieron en que Georgia dejara<br />

de disculparse, porque no había sido culpa de ella que la bandeja se cayera, seguía<br />

sintiéndose incómoda. En realidad no importaba si había sido su culpa o no, había sido quien la<br />

había dejado caer.<br />

Cuando llegó a casa, se sentó un rato en el jardín, rodeando con los brazos a Phydough y<br />

con la cabeza enterrada en su pelaje. Entonces su teléfono sonó, Robyn le había enviado un<br />

mensaje. Le decía que nunca debía olvidar que aunque le faltara un dedo irrelevante no<br />

importaba, porque tenía unas tetas fantásticas, y los tíos siempre caerían rendidos ante las<br />

tetas grandes. Georgia sonrió. Abrazó otra vez a Phydough, entró en la casa y trató de<br />

rebajar en un par de segundos sus mejores tiempos en el juego Gran Turismo.<br />

Claire estaba hablando con Trinny Armstrong en la pequeña oficina de ésta, que sólo<br />

permitía una breve visión de la bahía de Dublín. Estaban organizando el plan de trabajo de

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