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CAPÍTULO 07
Oenothera (prímula vespertina): flores principalmente rosas y
amarillas, es una planta de floración nocturna. Crece con fuerza si
tiene mucho sol.
ERA CASI MEDIANOCHE cuando el teléfono volvió a sonar. Claire había estado mirando la
televisión y tomando una copa de vino. De hecho estaba un poco achispada; como ya no solía
beber alcohol, éste se le subía a la cabeza con facilidad. A pesar de que el champán y el vino
que había tomado más temprano, aquella misma tarde, no le habían afectado mucho, supuso
que el efecto debía de ser acumulativo. Cuando el teléfono sonó estaba pensando, con cierto
pesar, en que probablemente le dolería la cabeza la mañana siguiente. Le divertía pensar que
pudiera tener resaca. Pensaba que habían quedado atrás los días en que Bill y ella podían
emborracharse con una botella de las grandes de Pedrotti y sentirse bien al día siguiente. Pero
cuando sonó el teléfono se despejó de inmediato. Nadie llamaba a medianoche a menos que
pasara algo malo. Antes, cuando Bill estaba vivo, estaba acostumbrada. Había pacientes que
no dudaban en telefonear a cualquier hora del día o de la noche para hacerle una consulta,
pero ahora era diferente.
Descolgó el teléfono con aprensión.
—Mamá. —La voz de Georgia sonaba débilmente. Claire sintió cómo la adrenalina le
recorría el cuerpo.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—Nada —respondió Georgia suavemente.
—¿Por qué estás susurrando?
«Dios —pensó Claire—, tal vez se trata de su voz. Quizá alguien le ha dicho algo que le ha
alterado la voz otra vez.» Sujetó tensa el auricular e intentó con todas sus fuerzas no dejar que
el pánico la dominara.
—Robyn está durmiendo —le explicó Georgia.
—Ah. —Claire sintió que se relajaba un poco. Cogió su copa y bebió un sorbo de vino—.
¿Algo va mal?
—En realidad no —contestó Georgia.
—¿En realidad no?
—Es una tontería. —Ahora que había llamado a su madre, Georgia deseó no haberlo
hecho. Pero llevaba un buen rato tumbada en la cama, sin poder conciliar el sueño, y de
repente sintió que necesitaba hablar con ella.
—Nada es una tontería, Georgey, pequeña —le dijo Claire con ternura.
—¡Me gustaría que no me llamaras así!
—Lo siento. —Claire se quedó esperando. Algo iba mal, y Georgia necesitaba contárselo a
su propio ritmo.
—Mamá, me preguntaba cómo supiste que papá era la persona adecuada para ti —planteó
Georgia muy despacio.