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única hija pensaba que, de alguna manera, no la quería por ella misma, que no la quería con la
misma intensidad que a Bill.
Habló despacio.
—Evidentemente yo quería muchísimo a tu padre, y querer a la persona con quien estás
casado es algo muy profundo y emocional. Pero ¿no has oído hablar de cómo quieren las
madres a sus hijos? ¿De cómo entran en edificios en llamas para salvarlos? ¿De cómo se
matan de hambre para alimentarlos? ¿Que son capaces de cualquier cosa por ellos?
Georgia asintió.
—Claro que he oído ese tipo de cosas, pero no son reales.
—Lo son —dijo Claire agresivamente—. Lo son, Georgey, pequeña. Yo entraría en
cualquier edificio en llamas si creyera que tú estás dentro. Si quien fuese quisiera tocarte un
pelo o hacerte daño, yo le mataría sin pensarlo dos veces. Te quiero, Georgia Hudson. Para
mí eres la persona más importante del mundo. Yo no sería nada sin ti.
Georgia se mordió el labio.
—Pero tú le echas de menos, mamá, y yo no puedo ayudarte.
—Por supuesto que le echo de menos —aceptó Claire—. Le conocía desde hacía mucho
tiempo. Tú también le echas de menos.
Pero nos tenemos la una a la otra. Nos queremos la una a la otra. Tú y yo somos una
familia. Para mí es muy, muy importante que lo comprendas.
—Lo comprendo —aseguró Georgia—, sólo creía que... bueno... —suspiró.
—Tal vez no se me ha dado muy bien superar las cosas —reconoció Claire—. Y no estoy
segura de haberlo hecho aún como debería. Pero lo único que nunca va a cambiar es la parte
tan importante que eres de mi vida, Georgia. Te quiero absoluta e incondicionalmente, y
estuviera Bill aquí o no, mi amor por ti sería exactamente igual.
La sonrisa de Georgia era un poco temblorosa.
—¿Estoy siendo muy idiota? —preguntó.
—Profundamente idiota —contestó Claire—, pero está bien, porque yo también lo he sido
bastante. Y te diré algo más, señorita Hudson, durante los últimos tres años no hubiera sido
capaz de levantarme cada día de la cama de no haber sido por ti.
—¿En serio?
—Naturalmente. —Claire le dedicó una amplia sonrisa—. Reconócelo, necesitas a alguien
que te saque a ti de la tuya. Si yo no lo hiciera, te pasarías todo el día escondida debajo de
las sábanas.
Georgia le hizo una mueca y Claire la volvió a besar. Se quedaron sentadas juntas en
silencio durante un rato.
—¿Y... y qué le ha pasado al señor Taylor? ¿Qué le ha provocado el shock? —preguntó
Georgia finalmente; luego se rió—. ¿No te habrás estado contoneando delante de él, verdad?
—¡Payasa! —Claire se sintió aliviada al oír a Georgia gastar una broma—. Claro que no. Se
comió uno de tus sándwiches, Georgey.
—¡Oh! —Georgia cerró los ojos al caer en la cuenta—. Mantequilla de cacahuete.
Claire asintió con la cabeza.
—Así que he sido yo —dijo la muchacha—. Casi lo mato.