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luchar con la vida matrimonial y una hipoteca antes cíe haber cumplido los veintiuno. Eavan<br />
había discutido a gritos con su amiga porque consideraba que ésta se estaba atando y<br />
comprometiendo demasiado pronto: a menudo, Eavan decía que había que casarse después<br />
de haber jugado un poco. Y quedarse en casa, bueno, eso era para mujeres a las que no les<br />
importaban sus propios logros. Reconocía que, cuando Claire dejó Locum Libris no se estaba<br />
doblegando del todo, ya que iba a trabajar ayudando a Bill, pero como le había dicho a su<br />
amiga, en realidad no era lo mismo que tener un trabajo propio, completamente separado de lo<br />
que hiciera tu marido.<br />
Eavan nunca se había considerado a sí misma una profesional dedicada a su trabajo al cien<br />
por cien, pero desde luego tampoco había pensado nunca en dejar su trabajo y dedicar su<br />
tiempo a su marido y a su hija. Sin embargo, mientras se esforzaba por encontrar una<br />
guardería donde hubiera plazas para Saffy y así volver a trabajar, se sentía más y más<br />
desolada por la decisión que estaba tomando. No quería dejar a su precioso y sonriente bebé<br />
con extraños durante la mayor parte del día. No quería salir corriendo para llegar a casa,<br />
soportar los estresantes atascos para recoger a su hija y luego darse cuenta de que estaba<br />
demasiado cansada como para jugar con ella por las tardes. No quería que nada en su vida<br />
fuera más importante que el bienestar y la felicidad de Saffy.<br />
Por lo tanto, tan sólo un par de semanas antes de incorporarse de nuevo a la empresa<br />
editorial e imprenta, Eavan se sentó en el sofá con Glenn y le preguntó si no sería posible, con<br />
algunos recortes, que ella dejara su trabajo en Locum Libris. Sabía que se trataba de una<br />
proposición delicada. A lo largo de los años le había ido bien en la empresa, y había sido<br />
ascendida varias veces. Aun ahorrándose los gastos de la guardería, si ella dejaba de trabajar<br />
tendrían que asumir un importante recorte de ingresos. Y su casa de ensueño en Howth ya se<br />
llevaba una parte importante del sueldo de Glenn.<br />
—Ya sé que será difícil —susurró ella (porque Saffy estaba durmiendo en su moisés, detrás<br />
del sofá, y no quería despertarla)—, pero nos las podremos arreglar, ¿no?<br />
Una expresión de ansiedad cruzó fugazmente el rostro de Glenn.<br />
—Haremos lo que te parezca mejor —le dijo él, y después la besó suavemente en la boca.<br />
Terminaron haciendo el amor en el sofá mientras Saffy dormía. Eavan sabía que habían<br />
tomado la mejor decisión posible para su familia, aunque significara que Glenn se vería<br />
obligado a trabajar aún más duro.<br />
Eavan seguía sorprendida de lo fácilmente que se había acostumbrado a ser madre. Y lo<br />
sencillo que le había resultado cambiar las reuniones de personal y las fechas de entrega por<br />
tomar café con otras mamás e intercambiar consejos sobre el cuidado infantil. Por supuesto, a<br />
veces su hija la volvía loca: Saffy todavía estaba pasando la fase de los terribles dos años y a<br />
veces era la niña más difícil de tratar del mundo; un jueves por la tarde había insistido en<br />
escuchar una y otra vez su CD de «Las ruedas en el autobús» hasta que Eavan deseó coger el<br />
maldito autobús y dejarlo caer por un acantilado; otro día, Saffy se había apoderado de todo el<br />
maquillaje de Eavan y lo había tirado al retrete. Ésas eran las ocasiones en que estar<br />
trabajando hubiera sido una opción más fácil, pensó Eavan.<br />
Pero en general, como aquel momento, era infinitamente feliz con el papel que había<br />
elegido. Se sentó en el jardín de atrás y se permitió el lujo de tomarse una copa de vino blanco<br />
frío para recompensarse después de haber hecho una limpieza a fondo de la cocina. Saffy y su<br />
mejor amiga, Rachel Gorman, estaban jugando alegremente en el foso de arena que había en<br />
la esquina menos soleada del jardín, absortas en su mundo de fantasía. Eavan había accedido