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—¿Cómo se llamaba el pez que mi padre tiró por el retrete? —le preguntó Claire
bruscamente una vez que salieron del restaurante, que, en efecto, era buenísimo.
—¿Eh? —Él la miró atónito.
—¿Cuál es mi color preferido?
—Claire, chérie, yo no...
—¿Quién fue mi ídolo musical en la adolescencia?
Roger se echó a reír.
—Claire, Claire. ¡Nada de eso es importante!
—Goldie {6} —soltó ella—, no es muy original, ya lo sé. Magenta. George Michael. Aún me
gusta, aunque no estoy convencida de que él vaya a interesarse por mí.
—Bueno, ahora ya lo sé —rió Roger—. Para tu información, nunca he tenido un pez de
colores, pero tuve un conejo llamado Dejeuner. Mi color favorito es el negro y Siobhán Fahey
es muy atractiva.
—No te quiero —le dijo—. Y no quiero acostarme contigo.
—Bueno, entonces, ¿de qué iba todo lo que ha pasado durante este mes? —quiso saber él.
—Me estaba asegurando —respondió Claire.
Cuando volvió a la casa, en Floret, Claire llamó al número del estudio de Bill Hudson en
Rathmines, Dublín.
—¿Cuál era el nombre del pez de colores que mi padre tiró por el retrete? —le preguntó a
bocajarro cuando finalmente él contestó el teléfono.
—¡Claire! —Bill parpadeó unas cuantas veces y miró la hora—. Es la una de la mañana y
me estás llamando desde Francia. ¿Por qué me haces una pregunta así a la una de la
mañana?
—¿Cómo se llamaba? —insistió ella.
—Goldie —contestó—. Como el pez de colores que enterró en una caja de cerillas debajo
del grosellero y como cada uno de los peces de colores que has tenido, que yo recuerde.
—¿Mi color favorito? —preguntó ella.
—Púrpura rosado —dijo él—. Tirando a oscuro.
—¿Mi ídolo musical juvenil?
Bill se echó a reír.
—Más o menos esperaba ser yo tu ídolo juvenil.
—¿ídolo musical? —le aclaró con urgencia.
—El maldito George-sal del armario de una vez-Michael —contestó Bill.
—Te quiero —le dijo Claire.
—Yo también te quiero —respondió Bill—. Ahora, ¿hay alguna posibilidad de que vuelva a la
cama? Mañana tengo un examen.
—Lo siento. —De repente, Claire se dio cuenta de lo estúpida que había sido.
—No lo hagas —le pidió Bill suavemente—. Te he echado de menos, Claire. Me alegro de
que hayas llamado.
—Voy a volver a casa —le informó—. No puedo vivir sin ti.