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—¿Qué harías tú si yo muriese? —preguntó Glenn súbitamente.
Eavan le miró fijamente.
—¿Si me pasara algo, si tuviera cáncer o me atropellaran? —insistió él.
—No lo sé —contestó Eavan.
—¿De qué dependería? —inquirió Glenn—. ¿Sería más probable que quisieras encontrar a
alguien si muriera de una enfermedad que si tuviera un accidente, como Bill?
—No digas esas cosas —le pidió Eavan incómoda.
—A mí no me gustaría que estuvieras sola —dijo su marido.
—Tendría a Saffy —respondió Eavan.
—Igual que Claire tiene a Georgia —dijo él.
Eavan se quedó callada.
—¿Saldrías con alguien del club Smash and Grab? —preguntó Glenn.
—No tengo ni idea —replicó Eavan—. No me lo había planteado.
—Si yo no estuviera, ¿crees que intentarías buscar a alguien?
—¡Glenn Keating! Estás aquí. Te quiero. Deja de hablar así.
—Pero ¿dependes de mí? —preguntó Glenn.
—Por supuesto que dependo de ti.
—¿Te las podrías arreglar si yo no estuviera?
Esta vez Eavan lo miró alterada.
—¿De qué demonios estás hablando? —inquirió—. Me estás asustando.
—Lo siento. —La rodeó con sus brazos—. No era mi intención. Sólo estaba... bueno, ya
sabes..., pensando.
—Pues deja de pensar si vas a ir por ese camino —dijo Eavan mientras se acurrucaba
contra él—. Si quieres pensar en algo, piensa en mí en la cama, con el conjunto de lencería
que compré la semana pasada.
—¡Hace demasiado calor para llevar algo puesto en la cama! —Glenn se rió entre dientes y
la besó.
Eavan suspiró aliviada al comprobar que el tema sobre la mortalidad de Glenn ya se había
terminado.