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CAPÍTULO 30<br />

Alchemilla (pie de león): ramilletes de pequeñas flores,<br />

generalmente amarillo verdoso. La autorreproducción puede ser<br />

problemática.<br />

GEORGIA ESTABA SENTADA en la cama de matrimonio y observaba cómo Claire se<br />

maquillaba para su segunda incursión en My Fair Lady. Se había muerto de risa cuando Claire<br />

le dijo adonde irían, y le había dicho que era tonta de remate por haberle ocultado a Oliver que<br />

ya había visto la obra. Entonces había mirado a Claire con los ojos muy abiertos y se preguntó<br />

en voz alta si no le importaba volver a verla porque Oliver era tan guapo que le daba lo mismo<br />

adonde fuera con él.<br />

—No es eso para nada —replicó Claire mientras se peinaba—. No quería que se sintiera<br />

mal porque ya la he visto. Temía que pensara que le estaba poniendo una excusa.<br />

—Siempre había creído que había que ser sincera con los chicos —dijo Georgia.<br />

—La sinceridad es mejor —reconoció Claire—, pero...<br />

—¿Tú siempre fuiste sincera con papá?<br />

Claire dejó el cepillo en la cómoda y consideró la pregunta de su hija.<br />

—Era sincera con él en las cosas importantes —respondió después de un momento—.<br />

Siempre fui honesta sobre cómo me sentía o lo que creía que era mejor para nosotros como<br />

familia.<br />

—Pero ¿no lo eras en todo?<br />

—Bueno...<br />

—¿Qué? —A Georgia le brillaban los ojos—. Vamos, mamá, ¿qué mentirijillas le contaste?<br />

—Tonterías sin la menor importancia —corrigió Claire—. Sobre... bueno, ¿recuerdas que le<br />

encantaba llevar gorras de béisbol con la visera hacia atrás? Él pensaba que era muy guay,<br />

pero parecía un loco. Siempre le dije que me encantaban los bombones de licor que me<br />

regalaba por mi cumpleaños, pero la verdad era que los odiaba. Una vez nos los regaló un<br />

colega médico y yo le dije al hombre que eran deliciosos, así que, cuando tu padre me los<br />

regaló, no podía decirle que los odiaba, después de lo que se había esforzado para<br />

conseguirlos. —Hizo una pausa durante un momento y luego continuó—. Yo fingía que me<br />

gustaban las películas de ciencia ficción porque a él le encantaban, y no hubiera ido solo a<br />

verlas, pero ¿cuántas veces se puede ver a alguien salvar al mundo de la destrucción total? Y<br />

le dejaba que siguiera comprándome todas esas cosas de Dior para el baño que creía que<br />

iban muy bien con mi perfume Chanel; no se había dado cuenta de que ya no me lo ponía y yo<br />

no me molesté en decírselo.<br />

—¡Mamá! —Georgia la miró atónita—. ¡Se suponía que erais almas gemelas! Se suponía<br />

que lo sabíais todo el uno del otro.<br />

—Y lo sabíamos, las cosas importantes —insistió Claire—. Sabíamos lo que hacía feliz o<br />

infeliz al otro, cuándo hablar y cuándo callar, sabíamos cómo disfrutar de la compañía del otro.<br />

Ésas eran las cosas en las que éramos almas gemelas. El resto era accidental.

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