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—Te lo he dicho, no merece la pena relacionarse con alguien a quien sólo le importa la
apariencia —dijo Robyn con firmeza.
—Pero, Robs, si lo piensas bien, a casi todo el mundo le importa —comentó Georgia
apesadumbrada mientras comenzaba otro juego en su móvil.
Claire estaba sentada en la terraza de un pub, en el centro comercial Pavilion, de Dun
Laoghaire. No era capaz de recordar la última vez que había estado en un bar (ni siquiera en la
puerta de alguno) a las ocho de la noche de un viernes, pero cuando se había pasado por
Locum Libris esa tarde, con una pila de trabajo, Trinny Armstrong la había invitado a tomar
algo con el resto del departamento de producción. Estaban celebrando el trigésimo cuarto
cumpleaños de Trinny, que, con su habitual estilo, había pedido una botella de champán. Claire
estaba tomando un trago de su copa e intentando no pensar en que la última vez que había
bebido champán había sido durante las vacaciones de Jamaica, con Bill.
Escuchaba distraídamente la conversación de sus compañeros, que admiraban el delicado
colgante con un diamante que Josh, el novio de Trinny, le había regalado por su cumpleaños, y
le tomaban el pelo diciéndole que el próximo diamante que le compraría sería el de su anillo de
compromiso. Trinny, como siempre, insistía en que no tenía ningún interés en comprometerse,
que era todavía demasiado joven como para pensar en ello y que había un montón de cosas
que quería hacer antes de que la arrastraran hasta el altar. Claire vació su copa y observó
pensativa a Trinny. En realidad esa chica no era mucho más joven que ella, pero aun así
parecía ser de una generación completamente diferente. «¿Seré la única que piensa que estar
enamorada es lo más importante que nos puede pasar en la vida? —se preguntó Claire—, ¿o
era sólo porque se trataba de Bill? Si no lo hubiera conocido, ¿sería como Trinny, o como casi
todas las personas que están aquí? ¿Pensaría sólo en pasarlo bien y rechazaría la idea de
asentarme con un hombre?»
—¡Aquí tienes! —Joanna Harris puso una copa de vino delante de Claire, que la miró
sorprendida.
—Estabas en tu mundo cuando pedimos —le aclaró Joanna.
—No estoy segura... —protestó Claire.
—Oh, venga, Claire. —El tono de Trinny era de lo más persuasivo—. Casi nunca sales con
nosotros. ¡Y es mi cumpleaños! Vamos a celebrarlo.
—Yo... por supuesto —dijo Claire. Por la falta de costumbre, la copa de champán se le
había subido a la cabeza, y en realidad no le apetecía tomar nada más, pero no podía decir
que no. Siempre estaba diciendo que no. Levantó la copa con desgana—. Felicidades otra vez,
Trinny.
—Gracias —contestó ésta sonriendo.
—No sé por qué lo celebras —murmuró Joanna—. Yo ahora ya finjo que no cumplo años.
—Yo también —dijo Rosie, la ayudante de Trinny con tristeza—. Puede que tú quieras estar
libre y sin compromiso Trinny, pero yo hace seis meses que no salgo con nadie, y sólo soy un
año mayor que tú.
«Ja! —pensó Claire triunfal—. No soy la única que piensa que el amor es importante. Rosie
también lo cree.»
—No, no —insistió Trinny negando con la cabeza—. Los hombres te atan.