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con tristeza, se los quiere ayudar. Era un deseo irrealizable. No estaba segura de que hubiese
nada que pudiera hacer por los Keating, excepto esperar que fueran capaces de ayudarse el
uno al otro.
—¿Sigues aquí? —preguntó Nate al volver del baño. ¿Va todo bien?
Nate no se parecía en nada a Bill. Era más alto, más ancho de espaldas, más oscuro... y
aquellos ojos, uno azul y el otro verde, se guían siendo lo más inusual que había visto en su
vida. Tampoco parecía tan abierto como Bill, aunque había algo fuerte y confiable en él. Tal
vez era ilusión de fuerza y protección lo que ella encontraba tan atractivo. Quizá la idea de que
él era alguien que podría cuidar de ella.
Aunque al parecer, no se las había arreglado demasiado bien para cuidar a sus dos
mujeres, a pesar de que no hubiera sido culpa suya. Nate le había dicho la verdad aquel día
que le comentó que no se le daban bien las mujeres. Así que ¿por qué iba a ser distinto con
ella? Podría amarla y dejarla, y entonces volvería a estar sola. Qué sentido tenía entonces.
—¿Estás bien? —preguntó él de nuevo. Su voz era más suave de lo que la recordaba
cuando trabajaba en el jardín.
—Claro —contestó ella.
—Pareces un poco triste.
Claire negó con la cabeza.
—Estaba pensando en problemas de otras personas —le contó—, pero ya está.
—La gente está bailando en el jardín —le dijo él—. Alguien ha puesto el CD de Norah
Jones. Ahí fuera se está muy bien, con la luz de las antorchas, bajo las estrellas. ¿Quieres
bailar?
Ella negó con la cabeza.
—Soy un caso perdido.
—Georgia dice que bailas bien.
—¿Eso dice?
—He bailado con ella —dijo Nate—. Me ha dicho que sería bueno para su popularidad, pero
personalmente yo creo que era para poner celoso a su novio. Aunque tampoco hay muchas
posibilidades de que eso pase con un vejestorio como yo, pero...
Él sonrió.
En eso también era diferente de Bill. La sonrisa de su marido era amplia y generosa. La de
Nate fácil y relajada. Lo que era extraño, meditó, porque en realidad él no era fácil ni relajado.
Recordó su primer encuentro. Entonces lo encontró desagradable y odioso. Debía intentar
recordar eso. Probablemente había sido desagradable y odioso con Felicity. Ella no podía ser
tan zorra. Y quizá también había sido horrible con Sarah en algún momento.
—Creía que Sarah y tú todavía estabais casados. —Las palabras habían salido de su boca
antes de que pudiera detenerlas—. Ella no entiende por qué no me habías contado que no lo
estabais.
—No surgió la oportunidad —respondió él—. No teníamos ese tipo de conversaciones en el
jardín.
—Estabais enamorados desde la infancia.
Nate negó con la cabeza.