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Ésta tragó con fuerza.
—Yo estoy bien —la tranquilizó.
—No quiero que tengas remordimientos —le pidió su madre.
Claire la miró con pesar.
—Siempre tendré remordimientos —dijo.
—Es hora de que le dejes marchar. —Eileen apretó la mano de Claire.
Claire quería enfadarse con su madre por decir esas palabras, pero no podía. No ese día.
—Por si te hace sentir un poco mejor —soltó de repente—, he quedado con alguien para
tomar una copa.
—Claire. —Los ojos de Eileen se iluminaron—. ¿En serio?
Claire se mordió el labio. No había quedado con nadie, pero podía hacerlo. Podía enviarle
un mail a JustMe y proponerle una cita. Podía llamar a Eavan y pedirle el número de Paul
Hanratty y quedar para tomar la copa de reencuentro que él había propuesto. Podía quedar
con otros y tener vida social, así su madre dejaría de mirarla con desesperación cada vez que
la visitaba; además, Eileen no tenía por qué enterarse nunca de que en realidad lo hacía por el
bien de Georgia.
—Tengo que llamarle. —Claire estaba pensando en Paul—. Es un viejo amigo. Sólo se trata
de una copa.
—Pero Claire, eso es fantástico.
—No es fantástico —cortó ésta—. Es nada más que una copa. Y sólo te lo he contado para
que te convenzas de que estoy bien. Georgia está bien. Las dos estamos bien. No hace falta
que te preocupes por nosotras. Cuida de ti misma.
—Necesitas encontrar a alguien —le dijo su madre.
—Ojalá pudiera meterte en la cabeza que el objetivo de mi vida no consiste en encontrar a
alguien —replicó Claire—. Georgia y yo seguimos siendo una familia.
—Pero es bonito tener a alguien a quien querer —insistió Eileen cariñosa.
—Eres la persona menos indicada para decirlo, ¿no crees? —espetó Claire—. Sobre todo
teniendo en cuenta que me acabas de contar que has vivido la mayor parte de tu vida con un
hombre al que no querías. —Cogió su bolso—. Tengo que irme. Te llamaré, y también llamaré
a papá.
—Claire...
—Ya te contaré cómo me ha ido —la cortó ésta—, pero es sólo una copa. Créeme, por
favor.
—Vale —dijo Eileen—, pásalo bien.
De repente, Claire sonrió.
—Todavía no he confirmado la cita —explicó—, y si lo hago no tengo nada que ponerme.
Está acostumbrado a verme con ropa de deporte.
Eileen también sonrió.
—Ponte una falda. Luce las piernas ante él y te apuesto lo que quieras a que se quedará
prendado de ti.
—¡Mamá!