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mucho más prometedor en ese apartado. No me veo feliz y contenta subida a una furgoneta de<br />

floristería para ir a todas partes.<br />

Claire se echó a reír.<br />

—Tener un hijo guapo —añadió Georgia—. No sé qué pensar de lo de que tenga una hija,<br />

aunque viva en el extranjero con su madre. ¿Y si en algún momento decide venir aquí? ¿Qué<br />

pasará si me odia?<br />

—La verdad, no creo que eso sea un problema —respondió Claire tranquila—. Sólo vamos<br />

a una exposición. Ni él ni su hija ni nadie se van a mudar a vivir con nosotras.<br />

—Supongo que no. Tener dinero —continuó Georgia—. Me da la sensación de que no está<br />

precisamente forrado, y estaría bien tener a alguien que tuviera dinero para lo que surgiera.<br />

Siento decírtelo, mamá, pero la abuela también te gana en ese punto. Cualquiera puede ver<br />

que Alan tiene dinero.<br />

—No seas tan superficial —la regañó Claire.<br />

Georgia se rió.<br />

—Me gusta que de repente lo estés defendiendo.<br />

—¡No lo estoy defendiendo! —exclamó Claire—, pero no creo que los coches ni el dinero<br />

sean lo único importante.<br />

—Claro, supongo que para ti sería lo mismo que tuviera un automóvil de lujo, si te sigue<br />

dando miedo subirte a los coches —convino Georgia.<br />

—Volví a casa en taxi —le recordó Claire.<br />

—Pero desde entonces no te has subido a ningún otro coche.<br />

—No —reconoció Claire—. Quizá algún día.<br />

De repente, Georgia la abrazó.<br />

—Cuando apruebe el carné de conducir te podrás subir conmigo —le dijo—. Seré tan buena<br />

conductora que no podrás negarte.<br />

El sábado por la tarde, Claire y Georgia se fueron de compras al centro. Claire siguió<br />

insistiendo en que no estaba buscando nada especial para salir con Nate, pero Georgia se<br />

tomó el comentario con las reservas que le merecía. Arrastró a Claire a Zara, donde protestó<br />

porque modelos tan a la moda eran demasiado para ella pero, para alegría de Georgia, le<br />

compró a su hija una falda, dos pares de pantalones modernos, unos cuantos tops y una<br />

chaqueta con ribetes de piel con la que Georgia se volvió loca, insistiéndole a Claire que ésa<br />

era la prenda de moda ese otoño, y que Robyn O’Malley se pondría verde de envidia.<br />

Después fueron a Debenhams, donde Georgia hizo que Claire se probara docenas de<br />

vestidos antes de decidirse por el primero que había elegido, uno de seda entallado, de color<br />

verde oscuro, que sin duda era el mejor.<br />

—El verde es tu color —le dijo Georgia a Claire—. Queda bien con tus ojos. Te hace<br />

parecer enigmática.<br />

—¿Y tú crees que debo parecerlo?<br />

—Por supuesto —contestó Georgia—. ¡Mamá, mira! —Señaló otra estantería—. ¡Ese es el<br />

fular perfecto para el vestido! —Cogió el pañuelo de gasa color teja con delicados abalorios

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