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El levantó la vista del periódico, claramente sobresaltado.
—¡Claire! —exclamó—. ¿Qué haces por aquí?
—He quedado con mi padre para comer—frunció el cejo—. ¿Y tú?
—¿Ah, yo? Estaba con unos clientes —le explicó.
—¿En el centro? —Claire parecía desconcertada—. Creía que todos tus clientes estaban
por Castleknock.
Glenn se echó a reír.
—Hemos extendido mucho nuestras garras durante los últimos años —le dijo—, y estamos
haciendo una gran expansión de mercado. ¿No te lo ha contado Eavan? Creía que vosotras
dos os contabais hasta el último detalle.
—No tanto. ¿Así que estás ocupado?
—Hasta arriba —dijo, y miró su reloj—. De hecho, Claire, me tengo que ir. Tengo otra cita
en unos minutos y ya llego tarde.
—Sí, claro —contestó ella.
Se metió la mano en el bolsillo y sacó una corbata de seda color malva.
—Es mejor ir preparado —comentó, mientras se la colocaba alrededor del cuello.
—Por supuesto.
—Nos vemos. —Glenn cogió su maletín y caminó enérgicamente calle abajo.
—Te olvidas el periódico —dijo Claire a sus espaldas; pero él ya había sido engullido por la
multitud.