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Más tarde aquella noche, Claire cogió su libreta de espiral de la estantería de su despacho
y la abrió por la página en la que había estado escribiendo el día anterior.
6. Los hombres también tienen sentimientos.
Mordió el bolígrafo. No era que no supiera que los hombres tenían sentimientos. Ella misma
había visto a Bill llorar por la enfermedad terminal de un paciente de cuatro años. Lo había
visto furioso por los recortes del presupuesto para sanidad. Había visto la alegría en sus ojos
la primera vez que acunó a Georgia recién nacida. Por supuesto que los hombres tenían
sentimientos. Pero en el mundo de las citas se instaba a las mujeres a olvidarlo. Pensó en los
artículos de las revistas, que siempre enumeraban maneras de conseguir un hombre como si
éste no fuera más que una mascota para llevarse a casa y educarla. Pensó en los artículos
que les decían a las mujeres cómo vestir, cómo comportarse, cómo hacer que los hombres se
enamoraran de ellas. Pensó en la ex novia de Paul, Bryony, y se preguntó por qué lo habría
engañado con Keith Carty, y cómo se habría sentido Bryony si Paul la hubiera engañado con
su mejor amiga. Pero Bryony no quería de verdad a Paul, reflexionó Claire, así que no tenía
ningún sentido pensar en ello. Aquel pensamiento la golpeó con sorprendente claridad. Ella
estaba planeando salir con hombres y fingir que estaba interesada en ellos, ¿era eso justo?
7. No tiene sentido fingir.
«Bueno, qué demonios —pensó—. No hay forma de que me enamore de ninguno, pero tal
vez pueda tener amigos. No hay ninguna regla que diga que no puedo tener amigos aunque no
quiera amantes.» Se tocó los labios, donde Paul la había besado. A pesar de que ella no había
querido ese beso, el tacto de sus labios le había supuesto un flujo de sensaciones. Cerró los
ojos y se permitió recordar.
Entonces volvió a abrirlos, se acercó el cuaderno y escribió un nuevo punto.
8. Un beso sólo es un beso.