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ofendida que se sentía. Y lo menospreciada. Seleccionó el mensaje y lo borró. Pensó en volver<br />

a conectarse a CómoLoReconoceré otra vez y buscar a otra persona, pero en ese momento<br />

no tenía moral para hacerlo. Cerró el correo y abrió un archivo de trabajo. A veces la vida era<br />

mejor por compartimentos estancos.<br />

A las doce en punto dejó de trabajar para arreglarse para la comida.<br />

—¿Qué piensas, Phy? —le preguntó al perro, que la había seguido hasta su habitación—.<br />

Voy a conocer a la novia de papá. ¿Debería intentar parecer chic y sofisticada o normal?<br />

Phydough la miró; sus ojos marrones quedaban medio ocultos por su pelaje blanco y gris.<br />

—Tal vez debería echar un vistazo a las revistas para ver qué se lleva en maquillaje —<br />

continuó—, aunque la mayor parte del mío tiene un montón de años. —Hizo una mueca.<br />

Precisamente había estado leyendo cosas sobre las bacterias en el documento en el que<br />

estaba trabajando, y allí decía que había que tirar el maquillaje después de unos meses,<br />

porque de otro modo se convertía en un caldo de cultivo para formas de vida microscópicas.<br />

«Bueno —pensó mientras rebuscaba en su neceser su rímel de hacía dos años—. Tendré que<br />

salir con las pestañas al natural. Puf.»<br />

Abrió la puerta del armario y se quedó mirando su ropa. Tenía que reconocer que era una<br />

colección bastante triste. Nunca había sido una esclava de la moda, pero cada falda, camiseta<br />

o pantalón tenía por lo menos dos años, si no más. Algunas prendas, las faldas de antes del<br />

accidente en particular, eran demasiado grandes y demasiado cortas como para podérselas<br />

poner sin que se viera la cicatriz de la rodilla. Los pantalones eran anchos, y ese año se<br />

llevaban ajustados. Casi todas sus camisetas eran blancas, un color que no pasaba de moda,<br />

pero poco atrevidas. «¿Aunque por qué debería parecer atrevida? —se preguntó de mal<br />

humor mientras sacaba una del cajón—. Voy a conocer a una mujer de mediana edad que se<br />

quiere casar con mi padre. ¿Eso convierte a Lacey en mi potencial madrastra? —pensó Claire<br />

de repente—. ¿Ésa es la palabra que debe utilizar una hija adulta para la segunda mujer de su<br />

padre después de un divorcio?»<br />

—Necesitamos más palabras para llamar a las cosas en nuestras vidas progresivamente<br />

más y más complicadas —murmuró.<br />

Al final se decidió por un vestido verde oliva de algodón suave que realzaba sus ojos color<br />

ámbar y los destellos dorados de su cabello; además, era lo bastante largo como para cubrirle<br />

las rodillas. Se aplicó maquillaje compacto de tono oscuro en la cara (estaba definitivamente<br />

menos pálida que una semana antes, gracias al sol), añadió sombra gris en los párpados y<br />

terminó con un suave toque de pintalabios. Se dejó algunos rizos sueltos alrededor de la cara,<br />

se puso unos pendientes de oro y se colocó el medallón que Bill le había regalado por su<br />

veintiún cumpleaños. Eligió unas sandalias de tacón bajo que no le rozaran la zona de las<br />

ampollas, que estaban ya casi curadas, pero que a la vez le daban altura suficiente como para<br />

llevar un vestido ceñido.<br />

—Tendrá que valer —le explicó a Phydough—, aunque, asumámoslo, tampoco importa<br />

demasiado. Se va a casar con papá tenga yo el aspecto que tenga.<br />

Cogió el autobús al final de Malahide Road, después atravesó los muelles y subió la calle<br />

Westmoreland hasta el Trinity College, en dirección al restaurante. La ciudad estaba atestada,<br />

tanto de turistas como de dublineses; todos disfrutando del calor del sol mientras recorrían las<br />

calles serpenteantes. Claire cruzó a la altura del Trinity, continuó por la calle Nassau y giró por<br />

Dawson. El restaurante estaba cerca, veía mesas y sillas sobre la acera, y deseó que su<br />

padre hubiera podido hacer una reserva para la terraza.

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