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por decir que me consideras atractiva. Como te he dicho antes, yo siempre pensé que tú no
estabas mal. Y... —lo miró con culpabilidad—, bueno, supongo que he venido para ver cómo
sería, pero... bueno...
—Tranquila —dijo él—. Es una situación contradictoria para mí también.
Se acabaron sus copas y ella consultó su reloj.
—Quieres irte —confirmó Paul—. Te he molestado ya mucho con mi autocompasión y
siendo un amargado y un retorcido.
—No eres un amargado ni un retorcido —lo contradijo Claire con suavidad—. Eres mi
amigo.
Paul la rodeó con los brazos y la besó con mucha delicadeza en los labios. Ella se apartó
con los ojos muy abiertos. No esperaba aquello, y mucho menos después de todo lo que se
habían dicho. Paul Hanratty la había besado muchas veces, pero siempre después de un
partido y a modo de felicitación. Aquello era diferente. Era un hombre besándola. Un hombre
que no era Bill. Y no importaba lo natural que hubiera sido el beso, o lo mucho que él había
hablado sobre no estar preparado; la había besado.
—Lo siento. —Había un destello de dolor en los ojos de Paul—. No pretendía...
—No —dijo Claire rápidamente—. Lo siento. Nadie ha... yo no he...
Paul la miró con curiosidad.
—¿No lo echas de menos?
—¿El qué?
—Alguien que te bese. Alguien con quien acostarte.
Claire negó con la cabeza.
—No.
—¿Nunca lo harás?
—Para ser sincera, no lo creo.
—No querrás hacer un pacto, ¿verdad?
—¿Qué tipo de pacto?
—Ya sabes, podemos ser el plan B el uno del otro. Si no hemos encontrado a nadie en
cinco años, nos casamos.
Claire se echó a reír.
—Yo no necesito un plan B. Soy feliz.
—Te envidio —dijo él.
Claire lo miró con curiosidad.
—Has pasado tu mala época, Claire. Sé que ha sido realmente terrible, pero has llegado al
otro lado, y estás bien.
—Mucha gente no lo cree —replicó ella.
—Pues mucha gente se equivoca.
—Siempre dices las cosas más dulces. —Esa vez fue ella quien lo besó, pero fue un beso
platónico, en la mejilla.
—Venga —dijo—. Vámonos.
Él miró la hora.