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mañana, hacía bochorno y no corría ni un soplo de brisa que hiciera susurrar las hojas de los<br />
manzanos o ulular las largas varas de bambú.<br />
Claire se sentó en una de las sillas del jardín y bebió un sorbo de agua. Esperaba que<br />
Georgia se hubiera quedado dormida al fin en Galway. Todavía sentía rabia por lo que le<br />
había sucedido a su hija. ¡Cómo osaba ese niñato (seguramente un adolescente lleno de<br />
granos, aunque Georgey dijera que era guapo) darle importancia a su amputación! ¿Es que<br />
nadie se imaginaba el efecto que eso podía tener en ella? Claire reconocía que Georgia<br />
parecía llevarlo verdaderamente bien, pero quién sabía si los comentarios hirientes o<br />
desconsiderados podían tener consecuencias. ¡Sin duda podría ser suficiente para que dejara<br />
de hablar!<br />
Claire se estremeció a pesar del calor. No podía soportar la idea de que Georgia volviera a<br />
retirarse a su mundo de silencio. Aun así, debía ser pragmática. Los niños, en especial los<br />
adolescentes, podían ser extremadamente crueles. Recordaba a aquella chica de su clase con<br />
la que se metían sin piedad por el aparato que tenía que llevar en los dientes. A veces la niña<br />
se iba a casa llorando. Por supuesto, las gafas, sobre todo el horrible modelo de la época que<br />
daban en la sanidad pública, siempre fueron una invitación abierta a las burlas.<br />
Claire suspiró. Georgia tendría que lidiar con todo eso. Lo estaba haciendo. Pero esperaba<br />
que fuera capaz de salir adelante. ¿Y las demás preguntas que le había hecho su hija? ¿Y<br />
todo aquello sobre enamorarse? Claire se sentía especialmente incapaz de contestar ese tipo<br />
de cuestiones. ¿Cómo sabía la gente que estaba enamorada? ¿Cómo había que comportarse<br />
en una primera cita? ¿Cómo se reaccionaba ante el rechazo? ¿Cómo decirle a una persona<br />
que ya no la quieres? El último interrogante era el único que medio podía contestar, porque ella<br />
había dejado a Roger Simenon, pero no era lo mismo. No se había enamorado y después<br />
desenamorado. En realidad, él nunca le había importado.<br />
«No puedo ayudarla —pensó Claire con tristeza—. No he hecho las cosas que otras madres<br />
han hecho. Nunca me he sentado a esperar a que el teléfono sonara. Nunca me ha preocupado<br />
que mi novio me pudiera estar engañando. No tengo experiencias reales en el mundo de los<br />
chicos. Todo por Bill.» Observó otra vez su jardín descuidado. Gracias a él todo había sido<br />
fácil para ella. Habían crecido juntos sabiendo todo lo que necesitaban saber el uno del otro,<br />
confiando el uno en el otro. Así que no había tenido que aprender nada. Pero ahora, por el<br />
bien de Georgia, tal vez debería hacerlo.<br />
Pero se preguntaba cómo.<br />
De repente se levantó de la silla y volvió a la cocina.<br />
Había ordenado las revistas en la estantería a principios de semana. La mayoría eran<br />
magacines para mujeres a los que Bill se había suscrito para tener en la sala de espera. Lila<br />
nunca se había molestado en llamar para cancelar la suscripción, así que las revistas seguían<br />
llegando cada mes. A pesar de que Claire no acostumbraba a leerlas sabía que eran una mina<br />
de información. Mientras las hojeaba constató que contenían muchísimos consejos. Pero<br />
¿alguno era verdaderamente práctico? ¿Funcionaban? ¿Se podía depender del criterio de una<br />
redactora encerrada en una oficina de Londres?<br />
Para ayudar a Georgia tendría que haber experimentado por sí misma algunas cosas. Tal<br />
vez pudiera intentarlo. Después de todo, era por su culpa por lo que Georgia ya no tenía<br />
padre. Era por su culpa que fuera Bill el que estaba en la plataforma cuando la moto de agua<br />
chocó con ella, porque fue Claire la que se levantó para disputar la carrera con Georgia; ella<br />
fue quien impidió que Bill lo hiciera. Fue por Claire por quien fueron a Jamaica.