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consciente de su proximidad, y del calor que desprendía su cuerpo, de su aroma. No era a<br />

sudor, debido al calor y el trabajo realizado, sino que olía a almizcle mezclado con el olor a<br />

hierba recién cortada y a tierra caliente. Se preguntó cómo se habría hecho la cicatriz de la<br />

mejilla. Quería tocarla, reseguirla en toda su longitud hasta el hueso de su mandíbula. Tuvo<br />

que apretar los puños para evitar extender la mano y acariciársela.<br />

Le entregó el cheque sin decir palabra, preguntándose si sus dedos se rozarían cuando él lo<br />

cogiera, perdida en su intento de comprender sus propios sentimientos. Lujuria, había pensado<br />

anteriormente, y sí, todavía había lujuria. Pero también un dolor. El dolor de querer a alguien,<br />

de querer algo y no saber exactamente qué era.<br />

Y también por saber que, de todas formas, Nate Taylor no podía dárselo.<br />

Él no dejó de mirarla mientras doblaba el cheque y se lo guardaba en el bolsillo trasero de<br />

los pantalones. Claire tenía la boca seca.<br />

—¡Eh, mamá! —Georgia entró de repente en la cocina—, ¿te parece bien si voy con Robs<br />

al cine esta tarde? Me ha enviado un mensaje para ver si podía. Pero volveremos aquí, así<br />

podré recoger mis cosas y su madre pasará luego a buscarnos.<br />

Claire sintió cómo explotaba la burbuja en la que había estado flotando. Parpadeó y miró a<br />

su hija.<br />

—¿Cómo?<br />

—Esta noche. Quedarme a dormir en casa de Robs. Así puedes estar hasta tarde con tu<br />

gran cita. ¡No te habrás olvidado! —Puso los ojos en blanco echando la cabeza hacia atrás.<br />

—Por supuesto que no me he olvidado —replicó Claire—. Y sí, puedes ir al cine si quieres.<br />

—¡Estupendo! —dijo Georgia que ya estaba tecleando el mensaje de respuesta a su amiga.<br />

Claire se aclaró la garganta.<br />

—¿Estás segura de qué no quieres llevarte ya tus cosas e ir directamente a casa de<br />

Robyn?<br />

—¿Estás loca? —le preguntó Georgia—. No voy a arrastrar todo eso conmigo al cine.<br />

Además... —miró a Claire con malicia—, quiero venir para ver qué te pones.<br />

—¡Oh, por el amor de Dios! Soy perfectamente capaz de vestirme sola.<br />

Nate las miró a las dos.<br />

—Mi madre tiene una cita esta noche —le confió Georgia—, con un tipo al que conoció en<br />

una fiesta.<br />

—Qué afortunada —comentó Nate—. Yo en cambio me quedaré en casa con una pizza y<br />

una cerveza.<br />

—A mí eso me suena bien —dijo Claire tensa, y le sonrió brevemente—. En cualquier caso,<br />

gracias por todo otra vez.<br />

—No te olvides de que volveré para encargarme de los árboles —le recordó él—. Estaba<br />

incluido en el precio.<br />

—Tendrás que volver constantemente —intervino Georgia—. Ya nos hemos acostumbrado<br />

a tenerte en casa. Podrías ser nuestro jardinero.<br />

—¡Georgia! Ése no es el trabajo del señor Taylor.<br />

—Podría serlo —dijo Nate—. Si quisieras, podría venir cada dos semanas más o menos.<br />

—Ya veremos. —Claire se había puesto nerviosa.

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