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Claire asintió con la cabeza.
—Además Robyn ronca. —Georgia hizo una mueca—. No podía soportarlo. Ya lo sabes,
los ruidos por la noche. No estoy acostumbrada.
—¿Y qué hiciste?
—Bueno, una vez te llamé. —Georgia sonrió—. Y muchas veces me ponía los auriculares y
escuchaba música para ahogar sus ronquidos.
—Bien pensado.
—Por eso estoy deseando irme a la cama esta noche —confesó Georgia—. Estoy un poco
cansada, pero no hecha polvo. Sin embargo, quiero una noche tranquila.
Claire asintió comprensiva.
—¿Se la llevo fuera? —preguntó Georgia.
—¿Eh?
—El agua. ¿Se la llevo al jardinero?
—Claro.
—Me ha impresionado verlo ahí —comentó Georgia al entrar de nuevo en la cocina—.
Naturalmente sabía que no era papá, pero no me cabía en la cabeza que hubiese un hombre
en el jardín. Me ha asustado un poco.
—Lo entiendo —dijo Claire—. Tendría que habértelo contado.
—Es bastante mono. —Los ojos de Georgia brillaron.
—No, no lo es.
—Oh, mamá, claro que lo es. Bueno, para ser un hombre mayor.
—¡Georgia Hudson! No es un hombre mayor. Tiene más o menos la misma edad que yo.
—Exactamente lo que he dicho —sonrió Georgia—. Un anciano.
Claire hizo una mueca.
—¿Te gusta? —preguntó Georgia.
—Por el amor de Dios, Georgey, está trabajando para nosotras, eso es todo. Y está bien,
pero es un poco brusco.
—Me ha parecido que te miraba de una forma extraña —dijo Georgia.
—¿Qué?
—Ya sabes, como si le gustaras.
—Ya vale, Georgia. —Claire se puso de pie—. No sé en qué tipo de mundo hormonal has
estado viviendo mientras estabas fuera, pero sin lugar a dudas, al señor Taylor no le gusto y a
mí no me gusta él. De hecho, está casado. Así que aunque nos gustáramos locamente sería
irrelevante.
—Oh, no sé. —Georgia se encogió de hombros—. La gente tiene líos.
—¡Georgia!
La chica se echó a reír.
—¡Tranquila! —le dijo a Claire—. Sólo te estaba tomando el pelo.
—Bueno, pues no lo hagas —le recomendó Claire—. He tenido un día duro.
—No es cierto.