1365539256995

—Claire Hudson, ¿dónde demonios estás? —preguntó Eavan.
—Ah, hola, Eavan.
—Claire, estamos todos en la terraza. No habrás ido al club, ¿verdad?
Durante un segundo, Claire se sintió tentada de mentir y decir que en efecto había ido a
Sutton en vez de a Howth. Sabía que si le decía que se había olvidado de lo de las copas de
esa noche su amiga no la creería. Lo cierto era que no se había olvidado. Simplemente, lo
había puesto en otra parte de su cabeza.
—Mmm, no, no he ido al club —admitió finalmente.
—Bueno, entonces, ¿dónde estás? —preguntó Eavan—. Creía que vendrías esta noche.
—No te he prometido nada —dijo Claire—. Estoy paseando al perro. Después de que te
marcharas me he liado con algunas cosas y me he olvidado de sacarlo, así que lo estoy
haciendo ahora.
—Claire, escucha, lo siento si has pensado... bueno, antes he sido un poco brusca contigo.
—No pasa nada —la tranquilizó Claire.
—De todos modos, aún no es tan tarde. ¿Por qué no te vienes? Hace un día maravilloso y
estamos todos aquí. Nos lo estamos pasando en grande. Paul Hanratty acaba de volver de
Oz. Ha preguntado por ti ahora mismo. Espera un momento...
Claire oyó un barullo de fondo y a continuación la profunda voz de Paul. La voz más sexy del
club, como alguien había dicho una vez. Realmente era cierto, pensó Claire. Lástima que
tuviera las piernas tan delgadas.
—Ey, Paul, ¿qué tal tu viaje?
—Me lo he pasado muy bien —le respondió él—. ¿Qué es de tu vida?
—Todo bastante bien —contestó—. Ahora estoy paseando al perro.
—Pensaba que vendrías a tomar algo con nosotros. Eres la única razón por la que he
venido. —Pero se rió para demostrarle que estaba bromeando.
—Lo siento, Paul. Ya sé que he dicho más o menos que iría, pero he estado ocupada.
—Bueno, me encantaría verte, recordar los viejos tiempos.
—Uf, no sé si hay mucho que recordar.
—Venga, Claire. Eras mi compañera. ¡Formábamos el mejor equipo del club!
—Hacerme la pelota no te va a llevar a ninguna parte —le advirtió ella seria.
—Además así te enseño mis fotos de Australia —añadió—. Se me ve moreno y en forma,
mucho más sano que el tío pálido al que conocías.
Claire se echó a reír.
—No eras pálido en absoluto —le dijo—. Sabes muy bien que tenías un pequeño ejército de
mujeres que pensaban que eras bastante atractivo.
—Pero por desgracia tú no.
Claire no dijo nada.
—Mierda, lo siento, Claire. No quería decir eso. —Paul sonaba incómodo—. Estaba
bromeando. No ha sido muy delicado por mi parte.
—Está bien, no pasa nada —lo tranquilizó Claire rápidamente.
—Entonces quedemos para tomar algo. Para demostrarme que me perdonas.