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—¿Cómo?<br />

—Eso es lo que él dijo. Y yo le pregunté si no le gustabas un poco, y en lugar de enfadarse,<br />

sólo sonrió. Con complicidad.<br />

—Sarah, estás malinterpretándolo todo. Estoy segura de que Nate no siente ningún interés<br />

por mí. Todo esto es una insensatez. —Claire sentía que el corazón le latía a mil por hora.<br />

Nate y Sarah no estaban casados. No tenía que sentirse culpable por sus fantasías. De hecho,<br />

si quisiera, podría salir con él. Sarah prácticamente estaba empujándola a hacerlo. Él era un<br />

hombre perfectamente disponible.<br />

Una ráfaga de frío la envolvió. ¿Salir con él? Si todo lo que Sarah estaba diciendo era<br />

cierto, si él quería salir con ella, sería una cita de verdad. No una cita por Georgia. Ni una cita<br />

con un viejo amigo, como Paul. Tampoco una cita porque un tipo quería que le ayudara en su<br />

carrera. Ni porque otra persona quería añadirla a su lista de gente con la que se había<br />

acostado (al menos, no lo creía). Si salía con Nate, sencillamente sería porque los dos querían<br />

estar juntos.<br />

Las fantasías habían sido una diversión mezclada con culpabilidad. Pero la realidad, incluso<br />

una realidad no dominada por la culpabilidad, no era algo que pudiera afrontar en ese<br />

momento. Asombrada, se dio cuenta de que le había parecido bien salir con Paul, Oliver y<br />

Gary porque realmente no le importaban. Pero con Nate... tenía la horrible sensación de que él<br />

sí podía importarle. Y no quería. Porque en algún momento podía ir mal. Y no era capaz de<br />

soportar el pensamiento de volver a enamorarse de alguien y perderlo otra vez. Dolía<br />

demasiado.<br />

—Nate me cae bien —dijo finalmente—. Y siento mucho que haya pasado por cosas tan<br />

duras. Pero no podría salir con él.<br />

Se alejó de Sarah, dándole la espalda a la barbacoa que, en esos momentos, ya se estaba<br />

enfriando. Estuvo a punto de chocar con Glenn Keating, que venía en dirección contraria.<br />

—¿Dónde está Eavan? —preguntó.<br />

Claire frunció el cejo. La forma brusca en que se le había dirigido era tan impropia de él,<br />

que al instante comprendió por qué Eavan estaba tan preocupada. El propio Glenn parecía<br />

desorientado.<br />

—Mierda —masculló en voz baja mientras trataba de reordenar sus pensamientos<br />

revolucionados. Eavan tenía razón. Todo les estaba saliendo mal.<br />

—Se ha ido a casa —dijo ella—. Pensó que no vendrías.<br />

—Ella ya no confía en mí para nada. —Las palabras de Glenn eran amargas—. Ya no le<br />

sirvo para nada. Soy el hombre sin trabajo.<br />

—Oh, por el amor de Dios, Glenn. —No pudo evitar contestarle con brusquedad, aunque su<br />

intención era ser comprensiva—. Vuelve al mundo real, ¿quieres? La gente se queda sin<br />

trabajo todo el rato. Así son las cosas. No eres un inútil. Tú sabes que no lo eres y sabes que<br />

Eavan tampoco lo piensa.<br />

—Todos sois iguales —dijo Glenn enfadado—. Lo decís, pero no lo creéis.<br />

—Yo nunca digo cosas por decirlas —exclamó Claire—. Eavan se ha ido a casa porque se<br />

estaba haciendo tarde y no quería que Candida se tuviera que quedar más tiempo. Eso es<br />

todo.<br />

Glenn suspiró profundamente.

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