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—¿Algo va mal, mamá? —Claire de repente se sintió inquieta. Miró a su madre y se dio
cuenta de que las arrugas de su frente eran un poco más profundas que habitualmente, la
expresión de sus ojos preocupada.
—Bueno, en un sentido —dijo Eileen.
Al instante, Claire sintió cómo el terror arraigaba en su interior. Sus padres no eran mayores
según el estándar actual, pero iban envejeciendo, como es lógico. Y ella no quería ni pensar
que hubiesen llegado a la edad en que comenzarían a tener achaques. Los dos habían sido
personas muy sanas hasta el momento. Miró expectante a su madre, tratando de mantener la
expresión lo más calmada posible.
—No me mires así —la reprendió Eileen—. No nos pasa nada ni a tu padre ni a mí.
Claire suspiró aliviada. Nunca se le habían dado bien las expresiones calmadas.
—Entonces, ¿de qué se trata? —preguntó.
—Te vas a reír —contestó Eileen—. Aunque no sé si reír es lo más apropiado teniendo en
cuenta las circunstancias.
—¿Qué circunstancias?
—Te habríamos llamado para contártelo si no hubieras telefoneado diciendo que venías.
—¿Contarme el qué? —preguntó Claire.
—Contarte que nos separamos —respondió Eileen.
Claire miró a su madre totalmente alucinada. Una avispa aterrizó en el borde de su plato y
comenzó a explorar un jugoso tomate, pero ella la ignoró.
—¿Separaros? —repitió incrédula—. ¿Separaros?
—Sí —asintió Eileen.
—Pero... pero ¡habéis estado juntos durante años! —exclamó—. ¿Por qué demonios os
separáis? Es lo más estúpido que he oído en toda mi vida. Me estás tomando el pelo.
—¿Por qué te iba a tomar el pelo con algo como eso? —preguntó Eileen.
Claire se había quedado sin palabras.
—Tu padre y yo hemos decidido —continuó Eileen— que lo mejor para nosotros es
separarnos.
—Pero ¿por qué? —inquirió Claire de nuevo—. Siempre he creído que erais felices juntos.
¿Por qué demonios queréis separaros ahora?
—Porque hemos llegado al último cuarto de nuestras vidas —replicó Eileen—, y no
queremos desperdiciarlo siguiendo el uno con el otro.
—¿Eh? —Claire clavó la mirada en su madre.
—Hemos perdido tanto tiempo juntos... ¿Por qué seguir haciéndolo?
—No habéis perdido el tiempo —la interrumpió Claire—. Erais Felices.
Eileen arqueó una ceja y Claire la miró desconcertada.
—¿No erais felices? —preguntó—. No. No me puedo creer eso.
—Depende de a qué te refieras con feliz —replicó Eileen.
—Pues ¡quiero decir feliz! —declaró Claire enérgicamente—. Disfrutabais de vuestra mutua
compañía, ibais a sitios juntos. No discutíais... No lo entiendo, mamá. Siempre hemos sido una
buena familia, ¿o no?