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CAPÍTULO 27
Gladiolus (gladiolo o flor de espada): gran variedad de colores
con flores anchas de altura variable. Regar en climas secos.
A MEDIADOS DÉ SEMANA, Nate había acabado el jardín, e incluso había traído a alguien
para el cableado de las suaves luces verdes que había colocado en la rocalla del muro de
atrás. Georgia y Claire estuvieron de acuerdo en que había hecho un trabajo genial y que el
jardín había quedado absolutamente maravilloso.
—Deberías organizar una barbacoa o algo así —comentó Nate—, para celebrar que ha
vuelto a su antigua gloria.
—¡Es una idea estupenda! —exclamó Georgia—, pero tendrías que habernos construido
también una barbacoa.
—Lo propuse —dijo Nate con timidez.
—¿Sí? Oh, mamá, no me digas que dijiste que no —lloriqueó Georgia.
—Claro que dije que no. —Claire hizo una mueca—. Puede que éste haya sido el mejor
verano de la década, pero ¿cuántas veces organizaremos barbacoas? Incluso cuando tu padre
estaba vivo probablemente sólo hicimos una. Y sólo porque quería hacer las típicas cosas de
los hombres, con el carbón caliente y los filetes.
—Pues yo creo que es una pena —insistió Georgia—. El jardín pide a gritos una barbacoa.
—Ya lo pensaré —le aseguró Claire.
—Ahora ya es tarde —replicó Georgia—. Mamá, en serio, tendrías que haberlo consultado
conmigo.
Claire se echó a reír.
—Compraré una de gas —dijo.
—No es lo mismo.
—Tendrá que servir.
Entró en la cocina y extendió un cheque para Nate, agradeciéndole otra vez todos sus
esfuerzos y asegurándole que no podía estar más contenta con cómo había quedado todo.
—He disfrutado haciéndolo —le aseguró él—. Hacía tiempo que no hacía algo así solo. Ha
sido muy terapéutico.
—Para mí también —dijo Claire suavemente. Miró por la ventana el césped perfectamente
cortado, la rocalla restaurada, los setos rebajados y la colorida manta en que se habían
convertido sus parterres.
—Antes me sentía triste cuando lo miraba. Ahora me anima.
—Eso es lo que todos los jardines deben hacer. —Nate sonrió.
Sus ojos, uno azul y otro verde, captaron la atención de Claire. Se había acostumbrado a su
extraño color y, en lugar de sentirse incómoda al mirarlos, se quedaba hipnotizada por la
profundidad del azul y el brillo del verde. No podía evitar pensar que hacían el rostro de Nate
fuerte y determinado más que severo y enfadado, como una vez había pensado. Era