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Claire apoyó su taza en la mesa y le explicó la accidentada vida matrimonial de Nate.
—¿Y tú quieres salir con él? —preguntó Eileen.
—No lo sé —contestó Claire—. Lo encuentro atractivo, pero no estoy buscando a nadie.
Estoy bien como estoy.
—Diviértete un poco —le sugirió Eileen—. Ya has pasado por un montón de cosas.
—Ojalá la gente dejara de decir eso —replicó Claire irritada.
—Es cierto.
—Todo el mundo pasa por cosas. —Claire se levantó y lavó su taza en el fregadero—.
Cuando estás casada con un médico, te das cuenta de que a las personas les pasan todo tipo
de cosas. He sido más afortunada que mucha gente.
—Aun así, te mereces un poco de diversión —insistió Eileen.
—Ya veremos —dijo Claire—. Ahora me voy a la cama. Estoy exhausta.
—Yo también —confesó Eileen—. Bueno, cariño, nos vemos por la mañana.
—Buenas noches, mamá. —Claire se detuvo antes de salir de la cocina y abrazó a Eileen.
Se quedaron abrazadas por lo menos un minuto antes de que ella subiera.
Cuando Eavan se despertó, había comenzado a clarear por el este. Se quedó inmóvil en la
silla mientras se preguntaba qué la habría despertado. Después pensó que habría sido la
incomodidad de la postura en la que se había dormido; sentía el cuello acalambrado y las
piernas rígidas. Se estiró y sus músculos protestaron. Oyó unos pasos amortiguados en la
escalera y cómo se abría la puerta de la habitación de Glenn y de ella. Tras un momento de
silencio, Glenn fue al cuarto de Saffy.
Eavan observó a través de sus párpados entrecerrados la silueta que había en el vano de la
puerta. Alta, angulosa, con una mano apoyada en el marco y la otra en el pomo.
Glenn entró despacio en la habitación y ella oyó su respiración mientras permanecía un
momento junto a la cama de Saffy. De repente, se estremeció.
Entonces se volvió hacia ella. Eavan cerró los ojos, esperando que se fuera. Su respiración
parecía llenar toda la habitación. Entonces sintió cómo las manos de Glenn se deslizaban por
su cuerpo y la levantaban de la silla. Permitió que sus párpados se abrieran.
—Vuelve a dormirte. —Sus palabras fueron claras, y ella se movió entre sus brazos.
—Glenn...
—Chis... —Le dio un beso en la punta de la nariz—. Más tarde. Ahora descansa.
Iba a protestar pero no lo hizo. Le permitió llevarla hasta la cama de matrimonio y cubrirla
con las mantas, a pesar de que estaba completamente despierta. Escuchó cómo él se
desvestía, colgando su ropa en el armario, como siempre hacía.
Después se metió en la cama con ella. Eavan tuvo la sensación de que era importante hacer
que no notara su presencia, dejarle creer que seguía dormida. Él bostezó y se volvió hacia ella.
Por primera vez desde que le había contado que se había quedado sin trabajo la rodeó con los
brazos. Y aunque le estaba clavando el codo en las costillas y estaba muy incómoda, Eavan no
se movió.