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Claire se frotó las sienes. Eso sí era cierto. Su madre era una mujer tranquila y hogareña a<br />

la que entusiasmaban las cosas domésticas. Su padre en cambio siempre había sido el<br />

extrovertido, el dispuesto a pasarlo bien, el último en irse de las fiestas. Pero Claire siempre<br />

había creído que se complementaban el uno al otro, no que su madre había odiado cada<br />

momento que salía con su padre, o que él había detestado tener que quedarse en casa.<br />

Parecía como si los pilares de su vida se estuvieran desmoronando bajo sus pies y no podía<br />

hacer nada al respecto. Estaba pasando otra vez, pensó desesperada. Exactamente igual que<br />

tres años atrás. «Todo lo que creía sobre mi vida y mi futuro se está desvaneciendo.»<br />

Reaccionó cortando drásticamente el sentimiento de pánico que empezaba a sobrecogerla.<br />

—Sin embargo, nos acostumbramos —prosiguió Eileen—, además, desde mi posición, ¿qué<br />

podía hacer? El único trabajo que había tenido había sido en una fábrica. No tenía alternativas.<br />

Claire, no podía dejar a tu padre. Y él no ganaba lo suficiente como para mantener dos casas.<br />

Hicimos lo mismo que mucha gente de nuestra generación: llevamos vidas separadas.<br />

—Pero os ibais de vacaciones juntos —protestó Claire débilmente una vez más—. Y más<br />

tarde, cuando yo era más mayor, ¿qué os impedía separaros si eso era lo que queríais?<br />

—Cuanto más tiempo pasa, más difícil es —explicó su madre—. Y, naturalmente, yo<br />

todavía seguía en la misma situación, seguía dependiendo de tu padre.<br />

—¿Y cuando me fui de casa?<br />

—Tendríamos que habernos separado en aquel momento —convino Eileen—, aunque por<br />

aquel entonces teníamos un acuerdo que funcionaba. A pesar de que no nos queríamos,<br />

tampoco nos odiábamos. Era más fácil mantener el statu quo. Pero no estaba bien.<br />

Claire se horrorizó al darse cuenta de que una lágrima rodaba por su mejilla. Se la secó<br />

rápidamente.<br />

—¿Y por qué cambiar ahora? —preguntó agitada.<br />

—La cuestión es que tu padre ha encontrado a otra persona —respondió la mujer.<br />

Claire sintió cómo literalmente se le abría la boca.<br />

—¡Tiene más de sesenta años! —exclamó—. Por Dios, mamá, esto es ridículo.<br />

—Bueno, la vida no te deja de lado sólo porque envejeces —replicó su madre ácidamente<br />

—. Tu padre tiene derecho a encontrar a alguien si quiere.<br />

—No me puedo creer que me estés diciendo esto.<br />

—Quieren estar juntos —dijo Eileen—, y yo estoy cansada de aguantarlo.<br />

—¿Aguantarlo? —Claire la miró asombrada—, ¿quieres decir que dura hace algún tiempo?<br />

—Alrededor de cuatro años —precisó su madre.<br />

Claire se quedó callada.<br />

—Su nombre es Lacey Dillon —prosiguió Eileen—. Se conocieron en el club de bolos de tu<br />

padre.<br />

Claire la miró fijamente.<br />

—¿Mi padre tiene una relación con alguien que se llama Lacey? ¿Qué tipo de nombre es<br />

ése para una persona adulta? —Abrió los ojos como platos—. ¡No me digas que es una<br />

veinteañera pechugona! No estará teniendo un lío con una chica de veinte años, ¿verdad?<br />

—¡Vamos, Claire! —Miró a su hija con impaciencia—. No seas tan tonta. ¡Te acabo de decir<br />

que la conoce hace cuatro años! Tiene cincuenta y dos y dirige una empresa de selección de

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