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—Desde luego que sí.<br />

—No, de verdad —dijo Georgia—. Sé realista; al cabo de un tiempo no le gusto a nadie.<br />

—Tonterías —le contestó Robyn—. Además, Steve se lo dijo a Annelise McNally y ella se lo<br />

contó a Laureen Keogh... Le gustas seguro, Georgia.<br />

—No durará.<br />

—No seas tan estúpida. —Robyn volvió a sacudir su pelo nuevamente y cogió un espejo de<br />

mano para examinarse un minúsculo grano que tenía en la mejilla—. Eres de lejos la más<br />

guapa de todas, y tienes unas tetas increíbles.<br />

Georgia se rió y se volvió a poner roja.<br />

—Las tienes. —Robyn se rascó el grano—. Me encantaría tener unos pechos como los<br />

tuyos.<br />

—No, no te gustaría —la contradijo Georgia—. Lo que quiero decir es, ¿qué pasará si no<br />

paran de crecer? ¿Y si las tengo inmensas en un par de años?<br />

—Como si eso fuera un problema. —Robyn la miraba alucinada.<br />

—No quiero ser la típica tetona —dijo Georgia—. Como Jordan o alguna de esas otras. Es<br />

ordinario.<br />

—Serás preciosa —le aseguró Robyn.<br />

—De ningún modo.<br />

—Seguro que sí —insistió su amiga.<br />

—Las chicas preciosas no tienen cicatrices que hacen que los tíos idiotas les hagan<br />

comentarios groseros.<br />

—Georgia Hudson, tienes una marca en la mejilla que sólo se ve con un microscopio —<br />

replicó Robyn severa—. Eso casi no cuenta.<br />

—¿Y qué me dices de esto? —Georgia alzó la mano—. No es que a mí me importe ya,<br />

pero Jamesie y compañía no fueron muy agradables al respecto.<br />

Robyn miró la mano de Georgia casi con indiferencia, estaba acostumbrada a verla sin el<br />

dedo que le faltaba.<br />

—Como tú misma has dicho, es su problema —dijo, quitándole importancia—. No merece la<br />

pena relacionarse con alguien capaz de hacer comentarios así. Además, no tener ese dedo no<br />

te impide hacer nada, ¿o sí?<br />

—Me entorpece para escribir en el teclado —le explicó Georgia.<br />

Robyn resopló.<br />

—Mira, ya sé que no soy un monstruo ni nada por el estilo —concedió Georgia—, sin<br />

embargo, el dedo es una diferencia. No importa lo que digas. Lo sé, lo sé —añadió en cuanto<br />

Robyn abrió la boca para hablar—. Es un idiota. Sólo que... yo pensaba que no lo era, y...<br />

además, no sólo tengo cicatrices en la cara, también las tengo en los brazos. —Los extendió<br />

para que Robyn pudiera ver las pequeñas marcas blancas que cruzaban sus delgadas y<br />

morenas extremidades—. Así que... vamos a ver, Robyn, ¿por qué querría alguien estar<br />

conmigo si puede tener a otra persona sin marcas a quien no le falte nada y de quien no se<br />

puedan reír sus amigos?<br />

—Porque no son las marcas o las cosas que no se tienen lo que cuentan —dijo Robyn.<br />

—Ojalá tuvieras razón —suspiró Georgia—. Pero por algún motivo no pienso lo mismo.

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