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obstante, todos se sintieron muy aliviados una vez que fue destruido.
«No se hable más —se dijo—. El tema del jardín. O lo hago yo o contrato a alguien. Y debo
encontrar a un exterminador de nidos de avispas. Cuanto antes mejor. Pero hoy no.» Ese día
no conseguía pensar en nada más que en la comida del mediodía. Lo que no tenía que olvidar,
pensó mientras volvía a concentrarse en su padre y Lacy, era que esa mujer llevaba en la vida
de su padre cuatro años, así que jugaba con ventaja. Claire sabía que le habría explicado todo
sobre ella y su vida con Bill. Lacey ya estaba rondando por allí en la época del accidente y por
supuesto durante las secuelas. Sabría cosas sobre Claire que ésta probablemente preferiría
que no supiera.
Volvió a entrar en la casa y fue al piso de arriba. Decidió sacar a pasear a Phydough
temprano, así tendría más tiempo luego para prepararse. El perro estuvo más que encantado
de salir pronto y ella le permitió elegir su camino favorito, la playa. En la carretera, todavía se
veía una larga hilera de coches camino de la ciudad. «Mi vida no está nada mal —pensó de
repente—. Aquí estoy, paseando con mi perro una mañana soleada, mientras toda esa gente
está atrapada en sus coches.» De repente se sintió increíblemente alegre.
—¡Vamos, Phy! —exclamó—. ¡Adelante!
Los dos echaron a correr por el paseo de hierba; el pelo de Claire flotaba a su espalda y
sus piernas se estiraban con cada zancada. Finalmente, se detuvieron y ella se dejó caer
sobre las rodillas.
—No estoy en forma —le explicó al perro—. Decididamente no lo estoy.
Pero para sus adentros reconoció que por lo menos había sido capaz de correr. No se
había caído, no le había dolido nada y había sido divertido. Phydough le ladró suavemente.
—No puedo volver a hacerlo —dijo—. Estoy bañada en sudor, Phydough. Vamos a ser un
poco más comedidos en la vuelta a casa.
A Phydough le hubiera gustado volver a correr, pero se conformó con trotar alegremente a
su lado mientras emprendían el camino a casa.
Cuando llegaron, Claire fue al cuarto de baño y llenó la bañera de agua tibia. Añadió aceite
de rosas y se deslizó en el agua sedosa. Apoyó la cabeza en el borde y cerró los ojos. Hacía
mucho tiempo que no se permitía el lujo de darse un baño, así que dejó que su mente se
impregnara del delicado perfume de la relajante esencia. «Si puedo correr así —pensó—,
quizá pueda volver a jugar al tenis o al bádminton otra vez. Sé que no lo mismo, y que no sería
tan buena como antes, pero ¿acaso importa? Tal vez a mi orgullo sí, porque era de las
buenas, pero ¿y poder jugar otra vez? ¿No es eso lo más importante?»
Cuando salió del baño, fue a su despacho y comprobó el correo electrónico. Lo había
revisado un par de veces después de escribirle a JustMe, sin embargo, no había llegado
ninguna respuesta. Pero esa vez sí que tenía un mensaje nuevo en la bandeja de entrada. Se
sorprendió al darse cuenta de que estaba nerviosa por abrirlo.
Hola, Soft Cell —leyó, haciendo una mueca de extrañeza al ver por escrito su nombre de
usuario. Sonaba y parecía estúpido—. Gracias por tu mensaje. Pareces realmente agradable
y dulce. La cuestión es que la semana pasada salí con alguien, y creo que es la persona
adecuada para mí, así que voy a quitar mi nombre de la lista. Además, para ser sincero, no
soporto a los niños. Mucha suerte, JustMe.
El mensaje la sorprendió. La había rechazado. No daba crédito. Tanta agonía para escoger
a la persona adecuada y escribir el mail apropiado y ¡la había rechazado! Le asombró lo