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—¿Desconsiderado?
—Bueno, estás hablando de salir con hombres porque sí.
—Lo sé —dijo Claire—, ¿qué tiene de malo?
—Bueno... ¿Qué pasará si alguien busca algo más de lo que tú le das?
—Si lees las revistas femeninas, sabrás que todos buscan más de lo que tú quieres darles
—se rió Claire—. No voy a conocer a alguien y fingir que estoy enamorada. Sólo quiero
enterarme de qué va todo eso, así cuando Georgey me diga que un chico le ha dicho esto o lo
otro sabré a qué se refiere.
—¿Qué te hace pensar que los chicos de la edad de Georgia se comportan de la misma
forma que los adultos? —preguntó Eavan.
—Oh, venga —respondió Claire—. ¿Acaso no decimos siempre que los chicos nunca crecen
realmente?
—Aun así —suspiró Eavan—, Claire, no es que no crea que salir con hombres puede ser
fantástico para ti, pero tienes que hacerlo porque quieres, no como parte de un plan
demencial.
—¿Por qué?
—Porque..., Claire.
—Pensaba que te parecería bien —la cortó ésta—, aunque por lo visto es imposible
conseguir una cita en esta ciudad. Por eso he intentado lo de Internet, pero ha sido un
auténtico fracaso. Nadie quiere salir conmigo. ¡Lo de la maldita cena es mi último recurso!
¿Qué sentido tiene decidir salir con hombres si no puedes encontrarlos? Pero bueno, al fin he
conseguido mi primera cita.
—¡Claire! ¿Con quién?
—Paul Hanratty —dijo Claire.
—¿Paul? —Eavan abrió los ojos—. No me había dado cuenta de que te gustaba.
—¡No me gusta!
—¡Claire, no puedes herir los sentimientos de Paul!
—No lo haré —replicó Claire—. Es sólo una cita de viejos amigos para tomar algo. Nada
más.
—¿Sabes que tuvo una ruptura complicada con su última novia? —preguntó Eavan—. En
parte por eso se fue a Australia. Estaba hecho polvo.
—No lo sabía —contestó Claire—, pero tendré cuidado. Eavan, lo conozco hace años. Es
un amigo. No le considero una cita y él a mí tampoco. Éramos compañeros, por el amor de
Dios. Es como salir con mi hermano.
—No puedo evitar sentir que estás jugando con fuego —la advirtió su amiga—. Y no creo
que nada de esto te ayude a comprender a Georgia.
—Tal vez no —concedió Claire—, pero, Eavan, ¿no te das cuenta de que no tengo
experiencia con los hombres? No sé nada de maquillaje ni de rupturas. Nada. Puede que me
sea útil.
—Si tú lo dices —dijo Eavan, pero su tono era especialmente escéptico.