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A pesar del penoso comienzo, Claire se dio cuenta de que Steve Ó Sé le caía bien. Tenía
un ácido y atractivo sentido del humor, y cuando se abrió y comenzó a hablar de su vida en
casa, no pudo evitar sentir un poco de pena por él. Era evidente que el chico quería el calor y
la aprobación de sus padres, pensó, pero ellos parecían demasiado absortos en su mundo
como para darse cuenta.
Esa impresión quedó confirmada cuando, finalmente, Myles Ó Sé llegó a recogerlo. Fue
abrupto e impaciente con el chico, farfullando que tenía cosas más importantes que hacer que
ir a Dublín por tonterías. Claire tenía un deseo incontrolable de echarle un rapapolvo a Myles
por no tener ni idea de qué hacía su hijo. Quería decirle que podría haber estado bebiendo o
tomando drogas, en lugar de pasar la noche en casa de su novia, a pesar de que eso tampoco
estaba entre las cosas que Steve debería estar haciendo.
Cuando se despidió, Steve alargó la mano para estrechar la de Claire y ella sonrió para sus
adentros por la seriedad con la que él se despedía y le daba las gracias por haber sido tan
amable con él. Steve besó rápidamente a Georgia en la mejilla, susurró que le mandaría un
mensaje, y después siguió a su padre al coche.
Georgia y Claire se quedaron en la puerta hasta que el vehículo desapareció de su vista.
—Lo siento —dijo Georgia—. Sé que no tendríamos que habernos comportado así.
—No, no tendríais que haberlo hecho —convino Claire—. Pero no hay daños que lamentar.
Y él es un buen chico.
—Lo es, ¿verdad? —Los ojos de Georgia brillaban y su voz era cálida—. Sé que no es La
Persona, ni nada de eso. Pero me gusta conocerle.
—Tal vez podrías invitarle a quedarse como es debido alguna vez —sugirió Claire—. Pero
en habitaciones separadas, por supuesto.
—Te quiero, mamá. —Georgia la abrazó.
Claire ahogó una risa.
—Anoche nos lo pasamos bien, ¿eh? —Georgia entró en la casa y cerró la puerta—. Y tú
bailaste con Nate. No quiero estropearte las cosas, mamá, ni ser súper crítica ni nada, pero no
creo que sea una buena idea que sigas viéndolo.
—Ah.
—Estaría mal. Sarah es agradable. Está muy bien decir que Nate y tú podéis ser amigos,
pero no podréis si a Nate le gustas, aunque sea un poquito. No mientras él esté casado con
ella.
Claire no tenía pensado contarle a Georgia que Nate estaba divorciado, pero no pudo
evitarlo.
—Pero eso es fantástico. —A Georgia se le escaparon las palabras—. Podéis salir juntos.
—No sé por qué tienes tantas ganas de que salga con él —dijo Claire.
—¡Oh, venga! —exclamó Georgia—. Desde el primer momento en que le conocí me cayó
bien. Le gustas y a ti también te gusta.
—Todo es mucho más complicado que eso —replicó Claire.
—No veo por qué.