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dijeron, él preferiría la investigación, que era donde había empezado. Desafortunadamente, el
departamento de investigación había sido trasladado a California.
—¡Esos bastardos! —Eavan exclamó furiosa.
—¿Qué podía decirles? —Glenn se encogió de hombros—. Habían aumentado la cuota de
mercado, pero no habíamos obtenido la tasa que querían. Estaban implantando una nueva
estrategia mundial. No ha sido sólo a mí a quien han dejado ir, John Mara, Ken Farell y Sean
Carew también están igual.
—Bastardos —repitió Eavan—. ¿Cómo pueden ser así?
—Ya sabes cómo son las cosas hoy en día —dijo Glenn—. Uno sólo es una mercancía para
ellos.
—¡Tú no eres sólo una mercancía!
—Pero me siento como si lo fuera —respondió con ironía.
—¿Por qué no me lo contaste? —De repente Eavan empezó a llorar—. Te ha pasado una
cosa terrible y no me lo has contado.
—Sabía que llorarías —dijo Glenn.
—Por supuesto que lo haría —replicó—, pero lloro porque me siento inútil para ti. ¿Si no
puedes compartir eso conmigo, qué sentido tiene nada?
La mandíbula de Glenn temblaba mientras observaba a su mujer secarse los ojos con un
trozo de papel de cocina.
—Mira, ya me resulta bastante difícil sin tener que enfrentarme a ti también —explicó él.
—¡Glenn! —Eavan estrujó el papel y lo hizo una bola.
—Quería resolver las cosas a mi manera.
—¿Fingiendo que no habían pasado? —Ella lo miraba incrédula—. Tenías que saber que
me iba a enterar antes o después.
—Creía que primero encontraría un trabajo. Entonces no habría necesidad de que te
hubieras enterado.
—No puedes hacer eso —le dijo—. Soy tu mujer. Tengo derecho a saber. —Su mandíbula
volvió a temblar—. Tenemos que tomar decisiones —prosiguió Eavan—, Decisiones que nos
afectan a Saffy, a ti y a mí. No podías guardártelo para ti.
—Se supone que soy quien gana el pan —respondió Glenn—. Se supone que tengo que
arreglármelas solo.
—Sabes que eso es una auténtica estupidez —protestó Eavan—. Estamos casados. ¡Lo
que se supone es que tienes que compartir las cosas conmigo!
—No estaba preparado para hacerlo —reconoció Glenn.
—Por el amor de Dios, Glenn, no puedes hacerlo todo solo.
—Tú lo querías así —observó él—. Cuando me preguntaste si podías dejar tu trabajo para
quedarte con Saffy, sabía lo importante que era para ti, así que accedí. Pero eso ha supuesto
que yo sea el único responsable de traer dinero a casa. Y ahora es mi responsabilidad
resolverlo.
—No seas ridículo —exclamó ella—. Siempre hemos sido compañeros. Resolvemos las
cosas juntos.
Glenn la miró airado y ella tuvo ganas de llorar de frustración. Cómo había sucedido, se