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conmigo. Es tan horrible ir a sitios en los que no conoces a nadie.
—Conoces a la dueña —observó ella—. Y al artista.
—Como te he comentado, sólo lo he visto una vez y, en cualquier caso, ellos tendrán que
atender a la gente. No me atrae nada la idea de pasar horas hablando con algún esnob sobre
la pátina o la energía o lo que sea que se les ocurra.
Claire rió entre dientes involuntariamente.
—¿Vendrás?
Ella tragó saliva.
—Bueno, vale. Pero sólo si no te importa ir en tren.
«¿Estás loca? —se preguntó a sí misma—. Te estás metiendo en problemas.»
—No hay problema. —Él parecía aliviado—. Te pasaré a buscar sobre las seis.
—Vale —repitió. «Te dejará y te dormirás llorando.»
—Me apetece mucho.
—Bien —dijo ella.
Colgó el teléfono y volvió a enfrentarse al ordenador. No era capaz de concentrarse en el
trabajo. Lo único en lo que podía pensar era en estar sola con Nate Taylor. ¿Qué demonios le
diría? ¿Qué querría él de ella? ¿Esperaría que se acostara con él? ¿Y qué se iba a poner?
Georgia era una fuente inagotable de consejos sobre cómo debía comportarse Claire con
Nate.
—Tienes que tratarle bien —le dijo a Claire seria—. Nada de ser descuidada con él. Tienes
que mostrarte interesada en lo que a él le interesa. —Salió corriendo de la cocina, donde
habían estado hablando, hacia su estudio, y regresó un minuto más tarde con una nueva
revista—. ¿Ves? Lo dice aquí. Mostrar interés.
Claire echó un vistazo a la revista. No había leído ninguna desde que Georgia había vuelto
del campamento. Seguían llenas de métodos para encontrar al hombre adecuado.
—Haré todo lo que pueda —le dijo a Georgia—. Pero solo vamos a una exposición. No hay
para tanto.
—Suena supersofisticado—comentó Georgia—, aunque supongo que también será
aburridísimo, la verdad. Y tal vez los cuadros sean horribles. Ya sabes, esos del estilo de lo
que yo dibujaba cuando tenía cuatro años.
Claire sonrió.
—Filistea.
—Nunca hubiera dicho que a Nate le interesara el arte —prosiguió Georgia—. Claro que
tampoco sé nada realmente de sus horribles, así que es difícil saber si él encaja.
—¿Eh?
—En mis requisitos. Para tu novio, ¿recuerdas? Leíste mi lisia —Las últimas palabras de
Georgia contenían un ligero reproche.
—Te expliqué que fue sin querer—se defendió Claire—. ¿En qué parte no encaja?
—Conducir un coche guay —contestó Georgia de inmediato—. El novio de la abuela es