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pimienta negra a su ensalada.
—Lo es —confirmó Claire.
—Ahora está fuera, ¿verdad?
—Sí, y lo está pasando muy bien. —Claire no pudo evitar sonreír—. Pero estaré encantada
de tenerla de vuelta. La echo de menos.
—Yo también echo de menos a Solange —confesó Lacey—. Sé que lo está pasando en
grande en el extranjero; trabaja para una productora de cine y están grabando series de
televisión en Canadá, porque, al parecer, allí hay muchas ventajas fiscales, pero prefiero
tenerla en casa.
—¿Ve a su padre a menudo? —preguntó Claire.
Lacey apretó los dientes.
—No. Él me dejó muy claro que ya tenía una familia y que en su vida no había lugar para
Solange. Cuando ella cumplió los dieciocho se vieron por primera vez. No lo tiene en gran
estima. Me dijo que mi gusto para los hombres era bastante malo.
—¿Qué dirá cuando se entere de lo tuyo con mi padre?
—Ya lo sabe —respondió Lacey con calma—. Se lo dije hace poco.
—¿Y tu hijo?
—Él también lo sabe.
—¿Soy la única que no lo sabía? —quiso saber Claire volviéndose hacia Con—. Mamá, y al
parecer todo el vecindario..., la familia de Lacey... ¿Sólo yo no estaba al tanto?
—Claire, cariño, queríamos decírtelo antes. Pero no creímos que estuvieras preparada. —
Con extendió la mano y cogió la de su hija—. ¿Sabes?, íbamos a decírtelo antes... cuando...
cuando...
Claire apartó la mano de la de su padre y habló con dureza:
—Cuando mataron a Bill.
—Después de aquello teníamos que darte tiempo —prosiguió Con con cariño—. Para que lo
superaras.
—Pero si todo el mundo parece convencido de que aún no lo he superado —replicó Claire
—. Mamá ha vuelto a darme la lata con el tema. Eavan sigue persiguiéndome para que salga y
conozca gente y siga adelante con mi vida.
—¿No lo has hecho? —preguntó Lacey cautelosamente.
—¡Métete en tus asuntos!
—¡Claire! —Con miró a su hija enfadado.
—Lo siento —dijo ella, y apartó su plato. No había probado la ensalada, pero no tenía
hambre—. Lo siento de veras, Lacey. Quiero alegrarme por lo vuestro. Me alegro. Sólo estoy
un poco sorprendida. Eso es todo. Es vuestra vida. Y la de mamá. Haced lo que os parezca.
Se puso de pie.
—Claire...
—No pasa nada —interrumpió a su padre—. Estoy bien. No te preocupes por mí. No tengo
hambre y, la verdad, no estoy lista para volver a tener este tipo de conversaciones. Lacey, me
alegro de haberte conocido. Estoy algo impactada, pero iré asumiéndolo.