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—Bueno, tal vez. ¿Puedo...? ¡Oh, mierda! ¡Phydough!
—¿Qué pasa? —preguntó Paul.
—Nada. Se me ha escapado la correa y ahora el perro se ha ido alegremente. Tengo que
dejarte, Paul. —Colgó bruscamente y salió corriendo detrás de Phydough.
—Eso ha sido todo —concluyó Paul devolviéndole el teléfono a Eavan—. Se ha ido a
perseguir a su perro.
—¡Ese maldito perro! —dijo Eavan haciendo una mueca—. Se preocupa por él casi tanto
como por Georgia. Entonces no ha habido suerte con lo de tomar algo, ¿verdad?
Paul frunció el cejo.
—Ha dicho que tal vez.
—¿En serio? —La cara de Eavan se iluminó—. Eso es un gran paso.
—¿Sí? A mí me ha parecido que sólo estaba intentando quitárseme de encima.
—Ya veremos —dijo Eavan—. Si no sabes nada de ella en...
—Eh, me cae bien, es una amiga. Una buena amiga, antes conectábamos en la pista, ya lo
sabes, pero no voy a volver a llamarla. Si no quiere salir a tomar algo conmigo, es problema
suyo.
—Quizá llamará. Sé que no había nada entre vosotros porque ella estaba casada y es
mayor que tú... además, por aquel entonces, tú estabas saliendo con alguien... pero... pero
puede que lo haya.
—Dios nos asista, Eavan, te estás precipitando un poco. Como te he dicho era una amiga y
me cae bien. Eso es todo.
—¿Debería dejar de meterme en los asuntos de los demás? —Eavan se había vuelto hacia
Glenn, que los había estado escuchando—. ¿Insisto demasiado? No sé, igual quiere pudrirse
en casa sola durante un mes es asunto suyo.
—Probablemente —contestó Glenn—. Además, como celestina eres una negada. —Le
sonrió a Paul—. Lo siento, amigo, no puede evitarlo.
—No te preocupes —dijo Paul devolviéndole la sonrisa—. Vamos, olvidemos a Claire y
pasémoslo bien.
—¡Phydough!—gritó Claire mientras corría detrás de él—. ¡Para! ¡Para! Demonios...
El perro corría en zigzag por el césped y se había cruzado a toda velocidad en el camino de
un par de corredores. Una chica de veintitantos había conseguido esquivarlo, pero su
compañero se había tropezado con él y ahora estaba tirado en el césped con Phydough
encima, lamiéndole la cara alegremente.
—¡Aparta! —dijo el hombre mientras se ponía en pie—. ¡Aléjate de mí, chucho loco!
—Lo siento tanto —dijo Claire casi sin aliento cuando ya tenía a Phydough de nuevo cogido
con la correa—. Ha sido un accidente. No había peligro de que os mordiera ni nada, es un
auténtico buenazo.