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CAPÍTULO 38
Veronica (verónica): flores blancas, acules, púrpuras y rosas de
tallos altos y delgados. Normalmente no dan problemas, pero el
exceso de agua en invierno puede acabar con ellas.
—TE LLAMARÉ.
Eso era lo que él había dicho. Claire estaba segura de que eso era lo que había dicho. Pero
casi una semana después aún no la había llamado, y Claire comenzó a sentir que ya podía
soltar el aliento que había estado conteniendo desde la noche de la barbacoa. Estaba bien,
reflexionó. Él lo había pensado mejor y eso era algo bueno. Sobre todo porque ella estaba
convencida de que ya se le había pasado lo que denominaba su enamoramiento de instituto.
Con un poco de suerte, se dijo mientras bajaba una de las maletas de Eileen, nuestras vidas
volverán a la antigua rutina, y eso me parece perfecto.
Colocó la maleta cerca de la puerta. Aquél era el día en que Eileen se mudaba a su nuevo
apartamento, y Alan se había ofrecido a llevarla en coche hasta allí. Sus muebles y cositas,
que habían estado en un guardamuebles, le serían entregados por la tarde en el apartamento.
Alan había llamado por teléfono a casa de Claire el día después de la barbacoa, volviéndole
a dar las gracias por su hospitalidad, y después preguntó por Eileen. Fue entonces cuando
quedaron en que él la llevaría a su nueva casa. Las mejillas de Eileen estaban ligeramente
arreboladas después de la conversación y sus ojos brillaban.
—Creía que él sólo era un apaño temporal —comentó Claire cuando Eileen colgó. Fue
recompensada con un aumento del sonrojo de su madre.
Alan aparcó su Mercedes granate delante de la puerta y atravesó el jardín de la entrada.
Como siempre, iba impecablemente vestido. Claire no podía evitar preguntarse si tendría ropa
informal. De repente, Claire se dio cuenta de que Eileen también le había dedicado un tiempo a
su aspecto aquel día. Desde que Georgia le había cambiado el estilo, Eileen había conservado
su nuevo look. Llevaba una elegante falda azul y una chaqueta que resaltaba sus curvas.
—¿Lo tienes todo? —Alan había terminado de colocar sus cosas en el coche.
—Creo que sí —contestó Eileen.
—Entonces, vamos.
Él esperó en el coche mientras Eileen, Claire y Georgia se despedían.
—Ha sido una delicia tenerte en casa —dijo Claire—. No estaba segura de cómo iría, pero
ha sido fantástico.
—Sí, abuela, vuelve pronto a visitarnos —intervino Georgia—. Haces que sea más fácil
enfrentarse a ella.
Claire le hizo una mueca a Georgia, que ahogó una risita.
—¿Estás segura de que quieres hacer todo esto sola? —preguntó Claire—, porque
podemos ir en el tren más tarde si...
—Está bien así —la interrumpió Eileen—. He disfrutado mucho estando con vosotras, pero
quiero un poco de tiempo para mí. Y, para ser sincera, estoy muy emocionada ante la