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—Estoy seguro de que podrías recuperarla si te concentraras en ello —opinó él.
—No es mi cabeza, es mi cuerpo —explicó Claire—. Si alguna vez vuelvo a jugar, tendré
que moverme con cuidado, y me llevará siglos. Es una posibilidad remota de la que no merece
la pena hablar. Cuéntame cosas sobre tu año sabático. Estoy segura de que es mucho más
interesante.
Paul se encogió ligeramente de hombros, pero se lanzó a describir su año de viaje, mientras
la atención de Claire iba y venía a las personas y lugares de los que le hablaba. A pesar de
que le había dicho a Paul que no quería hablar del club Smash and Grab, estar con él le traía
recuerdos de aquel sitio a la mente. Ganar y perder partidos, ir a entrenar, tomar algo
después. A veces, Bill y Georgia iban a verla jugar; gritaban para animarla, lo celebraban con
ella si ganaba y la acompañaban en su decepción cuando perdía. Todo era notablemente
social, recordó. Claire intentó convencer a Bill de que se aficionara a algún deporte de raqueta,
pero él estaba muy satisfecho con correr o haciendo remo en el gimnasio, y afirmaba que no
era lo bastante competitivo como para querer jugar a nada con el fin de ganar. Claire se había
reído de él y le había dicho que ganar era fantástico, pero que, sin duda, lo mejor era
participar. Entonces fue Bill quien se rió, la besó y le dijo que sabía lo mucho que ella odiaba
perder. La entendía tan bien, pensó Claire. Era la única persona que la comprendía
completamente. La mayoría de la gente sólo veía algunas de las partes que conformaban la
totalidad de la persona. Bill lo había visto todo de ella.
Suspiró profundamente.
—¿Te estoy aburriendo? —Paul levantó una ceja con curiosidad.
—Claro que no —replicó ella rápidamente, volviendo a centrar toda su atención en la historia
que él le estaba contando sobre alguien que se había encontrado una>araña en la tienda
cuando estaban acampando—. Lo siento. Sólo estaba pensando que sería absolutamente
horrible encontrar una araña así.
—Estaba hablando de la serpiente en el embarcadero —aclaró Paul.
—Ah, sí, lo siento —repitió Claire, dándose cuenta de que Paul había seguido adelante y
avergonzada de que la hubiera pillado distraída—. Quería decir serpiente.
Volvió a suspirar. «Soy una imbécil —pensó—. Paul ha sido realmente amable al invitarme a
salir, y lo único que yo estoy haciendo es pensar en Bill. Que no es precisamente lo que
debería hacer.» Se mordió el labio. Salir con Paul había sido un error. Estaba mal por su parte
utilizarle, por importante que pensara que fuera recabar información por el bien de Georgia.
Comenzó a sentirse culpable.
—¿Estás bien, Claire? —Paul la miró desconcertado.
—Sí —afirmó ella enérgicamente, y se tomó un buen trago de vino—. Supongo que hablar
contigo me ha hecho recordar otras cosas...
En esa ocasión su mirada era comprensiva.
—Apenas nos hemos visto desde el accidente de Bill —le dijo con delicadeza—. Estoy
seguro de que ha sido horrible.
—Oh, ya estoy mejor —le explicó—. Lo que es horrible es que todo el mundo sigue
diciéndome lo horrible que es.
—Lo siento.
—No lo decía por ti —replicó rápidamente—. Tú lo has hecho muy bien.