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Y yo también lo quiero. Y Claire, adoro a tu hija —añadió—, es muy dulce e increíblemente<br />

guapa.<br />

—Hoy está fantástica —convino Claire—. Y estoy aterrorizada, porque nunca me había<br />

dado cuenta de lo impactante que puede ser. Además, hay un chico al que no conozco que no<br />

deja de cogerla de la mano...<br />

—Steve —la informó Lacey, y le dio los detalles del encuentro de Con con ellos.<br />

—¡Oh, demonios! —La voz de Claire estaba llena de preocupación.<br />

—Yo no me preocuparía —le aconsejó Lacey—. Georgia le ha contado a Con más tarde<br />

que él era absolutamente maravilloso y que le gustaba mucho, pero que no era su alma<br />

gemela.<br />

Claire se mordió el labio al oír la expresión. Georgia no debería estar buscando almas<br />

gemelas. No a los catorce años. Si su hija estaba buscando a míster perfecto tan pronto, su<br />

vida sería un infierno de decepciones. Tenía que haber algún consejo que Claire pudiera darle,<br />

algo inteligente y profundo que decirle respecto a diferenciar cuándo era el momento adecuado<br />

para divertirse y cuándo había llegado la hora de enamorarse.<br />

En ese momento, Georgia, con un capullo de rosa a medio abrir del rosal rojo prendido en el<br />

pelo, entró en la cocina y sugirió que encendieran las antorchas del jardín, ofreciéndose a<br />

hacerlo ella misma si Claire quería.<br />

—Ten cuidado —le advirtió su madre, y Georgia le devolvió una mirada condescendiente.<br />

Lacey sonrió.<br />

—Exactamente igual que Solange —dijo, y comenzó a hablar de su hija, pero Claire sólo la<br />

escuchaba a medias. Claire sabía que las historias no eran importantes. Lo que era importante<br />

era cómo Lacey hablaba de Solange. Con el mismo orgullo con que Claire hablaba de Georgia.<br />

Eavan, que miró con ansiedad desde el otro lado de la puerta, cortó la conversación con su<br />

presencia.<br />

—Oh, perdonad —dijo al verlas—. No pretendía interrumpir.<br />

—No interrumpes. —Claire sacó una botella de vino de la nevera—. ¿Quieres una copa?<br />

Eavan negó con la cabeza.<br />

—Tengo que conducir —dijo ella—. Ya he superado mi límite. Claro que tampoco esperaba<br />

tener que conducir. Normalmente lo hace Glenn, pero todavía no ha llegado.<br />

—Estoy segura de que... —Claire vaciló. No podía estar segura de nada. Si Eavan había<br />

dejado a Glenn donde le había dicho antes, ya tendría que haber llegado. De hecho,<br />

prácticamente había tenido tiempo para llegar andando desde Hawth.<br />

—No sé qué hacer. —La voz de Eavan era muy triste—. Oh, odio a esos malditos<br />

bastardos de Trontec.<br />

—¿Trontec? ¿Trontec, la empresa de telecomunicaciones? —Lacey la miró con curiosidad.<br />

—Sí —gimió Eavan—. Mi marido trabajaba allí, pero lo despidieron.<br />

—Antes llevaba su cuenta, pero lo dejé —dijo Lacey— Mucha de la gente que coloqué allí<br />

se fue. Al parecer era un entorno laboral muy difícil.<br />

—¿En serio? —Una expresión de esperanza cruzó la cara de Eavan—. ¿No era un buen<br />

lugar para trabajar? ¿Es mejor que esté fuera?<br />

Lacey asintió.

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