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—Claro. Está sola en casa, y sé que no era algo que precisamente le encantase. Estaba
demasiado alegre cuando decía lo poco que le importaba, así supe que era mentira.
—Estará bien —la tranquilizó Robyn.
—Lo sé —suspiró Georgia—, pero no puedo evitar preocuparme por ella. Todavía echa
tanto de menos a mi padre...
—Pero han pasado siglos desde el accidente —comentó Robyn.
—Lo sé —dijo Georgia—, pero mi madre sigue como si hubiera sido ayer. Intenta fingir que
no es así y que no le echa de menos, pero claro que le echa de menos.
—¿Y tú? —preguntó Robyn con curiosidad.
—Yo también —contestó Georgia—. Era muy divertido.
—¿Crees que tu madre volverá a casarse?
Georgia pensó detenidamente en la pregunta de Robyn. Se mordió el labio inferior mientras
continuaba observando los rayos iluminar el cielo gris plomo.
—¿Georgey? —La voz de Robyn reflejaba su nerviosismo—. ¿Estás bien?
Georgia volvió sus ojos color caramelo con destellos ámbar hacia su amiga y sonrió
levemente.
—¿Estás preocupada por mí? —preguntó Georgia.
Robyn parecía arrepentida.
—No —contestó—. Bueno, supongo que un poco —añadió.
—No voy a dejar de hablar otra vez —la tranquilizó Georgia—. De verdad que no.
—Es sólo... —Robyn se encogió de hombros.
—Aquello fue por el shock —le explicó Georgia—. Sucede. Lo dijeron en el hospital. —Le
hizo una mueca a su amiga—. Ya sé que fue raro para todo el mundo. También para mí lo fue.
—Pero ¿querías hablar? —Robyn la observaba con curiosidad. Por un acuerdo tácito,
nunca antes habían tocado el tema de la etapa de silencio de Georgia. Pero en ese momento,
Robyn pensó que su amiga podía estar preparada para comentarlo.
—No lo sé —respondió Georgia—. Parte de mí quería, pero otra parte de mí, en mi interior,
bueno, parecía que hacerlo no tuviera sentido. No había nada que quisiera decir.
—¿Ni siquiera a tu madre? —preguntó Robyn.
—Ya sé que es extraño —dijo Georgia—, pero no podía.
—Ella estaba preocupada —le explicó Robyn—. Tocios lo estábamos. Todo el mundo decía
que no tenías ningún daño físico, pero sé que en el fondo pensaban que tal vez no era así.
—Como si esto no fuera bastante. —Georgia levantó su mano amputada.
—¡Oh, Georgey! Lo siento.
—No pasa nada —la tranquilizó su amiga—. De verdad que no. Yo ya he superado lo de
hablar, pero parece que todo el mundo se aterroriza cada vez que no contesto al instante.
Robyn parecía avergonzada.
—No debería haberte preguntado eso de tu madre. No es asunto mío.
—Tranquila —dijo Georgia—. Es sólo que no se me había ocurrido nunca. Por lo menos, no
en serio. —Se frotó el borde de la mano y volvió a mirar a Robyn—. Le tomé un poco el pelo
antes de que viniéramos aquí, ¿sabes? Le dije que no se fuera de discotecas donde quizá