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—Eres como mi madre —dijo Claire—. Ella también ha llamado a casa y al móvil.
—Es que normalmente es fácil dar contigo —respondió Eavan—. Estaba preocupada.
—¿Por qué la gente se preocupa tanto por mí? —inquirió Claire—. Yo no me preocupo por
ti, ¿sabes?
—Claire...
—Bueno, da igual. ¿Era por algo especial?
—Sólo para recordarte que dentro de poco es el cumpleaños de Saffy; Glenn y yo
queríamos invitarte a la celebración. Pensamos que te gustaría venir.
—¿Quién más va a ir? —preguntó Claire.
—En realidad nadie —reconoció Eavan—. Sólo Glenn, tú, yo y Candida, su niñera. El
miércoles a las seis.
—Vale —estuvo de acuerdo Claire.
—¿Vale? —Eavan parecía atónita—. Estaba segura de que encontrarías una razón para no
venir.
—¿Por qué iba a hacer algo así? —preguntó Claire—. Saffy es mi ahijada, quiero ir.
—Ya lo sé —dijo Eavan—. Es sólo que normalmente estás trabajando. O lo que sea. —Su
tono dejaba claro que no se creía del todo las habituales excusas de Claire.
—¿Quieres que vaya o no? —preguntó Claire tensa.
—Claro que sí.
—Entonces nos vemos el miércoles —concluyó Claire.
—Perfecto.
—Bueno, entonces te dejo, voy a tomarme una taza de té.
—De acuerdo —contestó Eavan dubitativa.
—Hasta pronto —se despidió Claire, y colgó el teléfono.
Eavan se volvió hacia Glenn, que estaba sentado a su lado, y lo miró todavía asombrada.
—Ha dicho que sí, así, sin más.
—Eso me había parecido.
—Es tan raro viniendo de ella.
—Pensaba que estarías encantada —dijo Glenn.
—Y lo estoy. —Sin embargo, Eavan tenía el cejo fruncido—. Esta tarde ha salido por ahí,
pero no me ha dicho adonde.
Glenn arqueó las cejas.
—¿Un amante secreto?
Eavan se echó a reír.
—Nunca habrá uno de ésos —dijo ella—. Puede que Claire vuelva a las filas de la raza
humana y asista a fiestas de cumpleaños de niños de tres años, pero estoy segura de que no
volverá a meter a nadie en su vida. Ha convertido a Bill Hudson en un modelo de perfección, y
nadie será capaz de igualarlo nunca.